Las Escuelas que Aprenden

El mundo de hoy:

Vivimos un mundo donde el conocimiento se ha constituido en un bien que establece la diferencia. Se habla de la brecha entre países y entre grupos humanos respecto al conocimiento, como una nueva categoría social para diferenciar a unos y otros, y sus posibilidades de éxito presente y futuro para alcanzar niveles significativos en su desarrollo económico y social. En este proceso, el uso del conocimiento y la tecnología, se constituye en un requisito y una condición importante.

Bruner (2000)[1] pone de relieve el impacto que tal situación plantea en el ámbito de la educación. Según él, es probable que hoy estemos ante una nueva y cuarta revolución educacional, influenciada por cambios en el entorno que penetran todos los dominios de la actividad humana. Estos cambios se refieren fundamentalmente a los procesos de globalización, a las nuevas tecnologías de información y comunicación, y al nuevo tipo de sociedad resultante: la sociedad de la información. “Hoy los esquemas de dominio que jugaron un papel fundamental en los años 60 y 70: desarrollo – subesarrollo; centro – periferia están dando paso a unas nuevas complejidades políticas, económicas, sociales y culturales. Esta realidad está marcando serias brechas, no solo entre los países, ya de por sí abismales, sino incluso entre las mismas generaciones dentro de un mismo país”.

La rapidez con que tales acontecimientos se suceden, llevan a Morín[2] (1999) a plantear la necesidad de educar en la incertidumbre, y de manera más precisa él señala: la educación del futuro debe volver sobre las incertidumbres ligadas al conocimiento (P.46).

En el ámbito del conocimiento los procesos avanzan muy rápido. Lo que en la Edad Media podía tomar más de 50 o 100 años para producirse y establecerse como conocimiento, hoy se produce a una velocidad significativamente menor. Tómese en consideración, por lo demás, que el acceso a dicho conocimiento estaba limitado a contadas personas, que al mismo tiempo, formaban parte de exclusivos centros de investigación universitarios, privados o de organismos de seguridad de estados, que además, se localizaban también en muy pocos países. Las publicaciones de la mayoría de esos estudios no trascendían, y cuando llegaban a la vida pública, podían incluso haber pasado ya, una o dos décadas. Por supuesto, no sólo nos estamos refiriendo a la investigación estratégica o militar impulsada en la carrera armamentista que soportaba la llamada Guerra Fría. Las publicaciones científicas apenas se difundían y conocían entre un exclusivo círculo de investigadores o intelectuales.

Hoy, la internet, ha revolucionado el mundo, y no sólo por la disposición de una gran cantidad de información, sino incluso por las innumerables redes que se van creando y desarrollando en todos los sentidos imaginables. Educadores, amas de casa, profesionales de todas las disciplinas, jóvenes, adultos, empresas, organizaciones de todo tipo han ido construyendo redes a través de las cuales se filtran informaciones de todo tipo, que les permiten a las personas disponer de ellas en muy breve tiempo. Manuel Castells (2002) a este respecto señala lo siguiente: Un aspecto esencial de las nuevas tecnologías de la Información, es su estructura de relaciones de red, que generan efectos de integración e interconexión, lo cual permite un mayor número de personas y lugares interconectados, produciendo a su vez mayores flujos de información. Para él, el “Internet no es una energía más; es realmente el equivalente a lo que fue primeramente la máquina de vapor y luego el motor eléctrico en el conjunto de la revolución industrial”.[3]

Según Castell (2002) la Internet representa una malla de redes que combinan oportunidades de negocios, servicios, entretenimiento, medios de enseñanza, aprendizaje y funciones bancarias, entre otras, que estarían impactando y transformando la vida del hogar, la educación, el comercio, los servicios de salud y hasta la vida del Estado y la política.

En el 1997, Castells[4] planteaba que “las redes constituyen la nueva morfología social de nuestras sociedades y modifican la operación y los resultados de los procesos de producción, experiencia, poder y cultura”. Para él “las redes crean una nueva organización social para las actividades del conocimiento, basadas en la innovación, la descentralización y la globalización, adaptándose a un nuevo entorno y a una nueva cultura, donde el tiempo y el espacio comienzan a cobrar una nueva dimensión”.

Sin embargo, de acuerdo al parecer de Bruner (2000), la red estaría lejos de ser inclusiva y ofrecer iguales oportunidades de acceso a diferentes sociedades, sino que reproduce, por el contrario, desigualdades de infraestructura, tecnologías, conocimiento y poder, prevalecientes a nivel mundial. Para principio de los años 2000, más del 90% de las personas conectadas a Internet, viven en los llamados países desarrollados.

Por otra parte, es la emergente Sociedad de la Información, con sus contradicciones y brechas a nivel global, la que proporciona el entorno donde se han de desarrollar los nuevos escenarios educacionales.

Según el punto de vista de Bruner (2000), la utilización de este nuevo potencial tecnológico estaría produciendo profundas mutaciones socioculturales. La revolución tecnológica convierte a los procesos simbólicos en parte importante de las fuerzas productivas de la sociedad, constituyendo el cambio tecnológico, y el capital humano factores decisivos en el crecimiento económico y la competitividad. Y es que el núcleo de la gran revolución científica y tecnológica de hoy lo constituye el conocimiento. No se trata de la tecnología en sí misma, ni mucho menos en los productos tecnológicos, sino más bien en el conocimiento que hace posible estos desarrollos.

Es decir, estamos en un mundo donde el conocimiento se constituye en la herramienta fundamental del desarrollo. Hoy los esquemas de dominio que jugaron un papel fundamental en los años 60 y 70: desarrollo – subesarrollo; centro – periferia están dando paso a unas nuevas complejidades políticas, económicas, sociales y culturales. Esta realidad está marcando serias brechas, no solo entre los países, ya de por sí abismales, sino incluso entre las mismas generaciones dentro de un mismo país. Es la brecha digital.

De esta forma los procesos culturales, incluidos la educación, entran en el ámbito del comercio y del mercado. La educación pasa a ser considerada como el factor clave en producir capital humano.  Las nuevas tecnologías, además proporcionan la reingeniería de las organizaciones, desde empresas hasta los gobiernos, en procura de adaptarse a una emergente sociedad de la información.

Es importante destacar, por su impacto en la educación, que en este nuevo modelo, al conocimiento se le reconoce como la fuerza que conduce a la productividad y al crecimiento económico, lo cual lleva a un replanteamiento del papel que juega la tecnología y el aprendizaje en el desempeño económico. (Valeirón, 2003).

En esta perspectiva, la educación debe ser capaz de responder a los retos que implica esta realidad que se nos sobrepone de manera irremediable. Definitivamente no es una cuestión de elección, se trata de ser capaces de contribuir, desde la educación, a que las nuevas generaciones desarrollen las competencias necesarias para enfrentar el mundo que les ha tocado vivir, armados por lo demás, de las actitudes y valores, que orienten en un sentido de justicia y equidad, ética y responsabilidad, su comportamiento personal y social. Todo ello significa, sin embargo, que aunque la escuela no puede soslayarse de esta realidad que se le impone, debe colocar por encima de todo la dimensión humana y social de su fin y propósito, que es principalmente: formar ciudadanos y ciudadanas para una sociedad democrática y participativa, productiva, ética y ecológicamente responsable. ( Valeirón, 2006)[5]

En este marco cabe la pregunta ¿qué es una escuela que aprende? ¿En qué sentido debemos de hablar de una escuela que organiza un conjunto de relaciones para propiciar que todos los sujetos, y de manera principal, los y las estudiantes, aprendan, en un mundo con semejantes características?

 

El camino hacia una escuela que aprende:

En el desarrollo de los procesos de aprendizaje se originan múltiples relaciones entre los sujetos, mediadas todas ellas, por los recursos de que dispone la escuela (planta física, materiales educativos y otros). Estas relaciones, que se organizan a partir de la concepción que sobre los sujetos se tienen y la manera que estos aprenden, se constituye en una Oportunidad Para Aprender (OPA) para todos ellos: los y las estudiantes desarrollan sus competencias e incorporan valores, actitudes, creencias; todo el resto del personal docente y administrativo, como también la escuela como organización,  aprende. Éste último, guiado por la experiencia acumulada y/o la práctica reflexiva. Si bien todo proceso de aprendizaje puede implicar una cierta actitud favorable hacia el objeto mismo del aprendizaje, la misma se espera sea más reflexiva y conscientes en la escuela que en los propios estudiantes. Se parte del supuesto de que la escuela se organiza precisamente con la intención de desarrollar dichos procesos en todos los y las estudiantes; es su razón de ser y su fin intrínseco. Santos Guerra (2000, 2002)[6] señala lo siguiente en ese mismo sentido: “La escuela tiene que aprender para saber y para saber enseñar, para saber a quién enseña y dónde lo hace”. Es decir, esa es su misión y como tal, tiene que entenderla, asumirla y comprometerse con ella. Todo ello supone, por supuesto, la dinámica permanente de acción – reflexión – acción. Esta dinámica pone de relieve la dimensión intencional de la escuela, como organización que se construye socialmente para desarrollar procesos de aprendizaje. El currículo se constituye, en esta intencionalidad, en el marco de referencia que debe guiar el accionar práctico y reflexivo de toda la comunidad educativa, es la carta magna de la escuela, pues en él se especifican los fines, propósitos, valores, estructura de contenidos, metodologías, actividades, etc., que se espera promuevan aprendizajes en un determinado sentido.

Una escuela que se defina así mismo como una escuela que aprende, debe ser capaz de promover e incentivar, en definitiva, desarrollar procesos reflexivos en todos los sujetos que son parte de ella, a fin de propiciar aprendizajes.  En esa dinámica se articulan los procesos de gestión institucional y de gestión pedagógica, el primero, como el marco de las acciones que la escuela desarrolla para propiciar un clima institucional favorable con su misión, el segundo, como el marco de las acciones que el maestro planifica y desarrolla en el aula como oportunidad para que los estudiantes aprendan. De esta manera, es importante comprender estos dos aspectos como parte de un mismo proceso que se piensa, decide y lleva a cabo, para alcanzar los propósitos en cada edad y etapa del desarrollo de los y las estudiantes. La Figura 1 expresa la dinámica de esta relación[7]. Por supuesto, está dinámica de la gestión educativa debe situarse en el contexto social y cultural en que se sitúa la escuela.

Por supuesto que esta racionalidad, esta manera de comprender la escuela como organización social para los procesos de aprendizaje, tropieza con una cultura escolar tradicional, centrada en la rutina, y en muchas ocasiones, la desmotivación.

Amenazas para una escuela que aprende:

Si bien la escuela está organizada para promover y alentar el desarrollo de los niños y niñas, así como los y las adolescentes, y personas adultas; además de que el personal docente está formado para el cumplimiento de tal propósito, no es menos cierto que la realidad de pobreza en que se debaten la mayoría de las escuelas, ha propiciado una cultura escolar que de manera general, choca con su propia misión y propósitos. Grinberg (1999)[8] señalaba seis aspectos propios de las escuelas no efectivas: los propósitos del proceso educativo, no son comunicados a los estudiantes, ni a sus familias, como tampoco aparecen explícitos en la acción pedagógica del aula; los contenidos curriculares no son asumidos por los maestros, ni en el discurso ni en la práctica; las estrategias de enseñanzas son principalmente memorísticas y rutinarias; la planificación se realiza de forma asistemática y discontinua. Sólo se realiza como cumplimiento formal a las instancias de supervisión; la pizarra continúa siendo el principal recurso empleados en el aula, y en la evaluación prima la medición de los conocimientos.

De lo que Grinberg habla es de una cultura escolar enraizada profundamente en el quehacer cotidiano de muchas de nuestras escuelas. Esta cultura puede incluso constituirse en una fuerte barrera para aprender nuevas maneras de pensar y hacer educación. Por lo demás, las viejas creencias de que los estudiantes son vagos, de que no quieren, ni les interesa estudiar, de que la pobreza no les ayuda a pensar, y como esas, muchas otras, puede impedir el construir nuevas creencias y conocimientos alternativos donde prime la confianza y la certeza de que los y las estudiantes cuentan con posibilidades reales de aprender.

Las actitudes, como predisposiciones de naturaleza cognitiva, que estructuran una cosmovisión ideologizada sobre los seres humanos, sus procesos y posibilidades, impiden muchas veces apreciar lo novedoso que pudiera ser la realidad, sustituyéndola por dichas predisposiciones.

Para generar una nueva conciencia, hace falta organizarse de manera diferente frente a la realidad y permitir que la acción reflexionada (praxis) cumpla con su cometido de propiciar una nueva manera de entender las cosas. De manera más precisa, en la medida en que las y los maestros, así como el resto del personal docente y administrativo de la escuela, reflexionen sobre su práctica, analizando y comprendiendo la dinámica de los procesos educativos, compartiendo experiencia, experimentando, estudiando, generando nuevas ideas, solo así se estará en condiciones de transformar esa forma ideologizada de comprender al hecho educativo, y de manera particular, a los propios estudiantes, posibilitando un proceso de construcción de una nueva cultura educativa.

 

Una Escuela que Aprende:

Existen diversos modelos sobre qué es una Escuela que Aprende. Al abordar el tema, Santos Guerra (2000, 2002) propone “una secuencia de verbos encadenados” que como tal se constituyen en un conjunto de acciones, o  quizás más aún, etapas que pueden crear las condiciones propicias (“bucles de reflexión, comprensión y cambio”, señala el autor referido) para alcanzar el desarrollo de una escuela que aprende. Estos son: interrogarse, investigar, dialogar, comprender, mejorar, escribir, difundir, debatir, comprometerse y exigir.

Según él, estos diez “verbos” deben conjugarse colegiada, ética y políticamente. En lo primero, colegiada, porque señala la necesaria participación de todos los actores; en lo segundo, ética, pues se trata de mejorar no sólo técnicamente, sino moralmente; y respecto a lo tercero, por el carácter ideológico, social y económico que estos procesos de cambios requieren y suponen.

 La actividad educativa es un continuo preguntarse, siendo la pregunta más importante si los y las estudiantes están aprendiendo. Esta pregunta debe ser constante pues la realidad cambia constantemente y con ella, todos y todas cambiamos. Una estrategia importante para una escuela que aprende, es siempre preguntarse si se está alcanzando el propósito principal de si los y las estudiantes aprenden. Pero la respuesta a ésta pregunta no puede ser sólo a través de “la intuición, de la suposición, de la arbitrariedad, de la rutina…” nos señala Santos Guerra (2000-2002), sino de la indagación rigurosa, la investigación.

 


[1] Bruner, José Joaquín (2000). Nuevas tecnologías y sociedad de la información. Documentos-Educación: Escenarios de Futuro. No. 16. PREAL.

[2] Morin, Edgar (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura – 7 place de Fontenoy – 75352 París 07 SP – Francia

[3] Castells, Manuel (2002). La dimensión Cultural de Internet.

[4] Manuel Castells (1977). The Information Society. Paris. Citado por Bruner, op. Cit. Pág. 12.

[5] Valeirón, J. (2006). Modelo de Gestión para la Calidad de los Centros Educativos. Secretaría de Estado de Educación, Santo Domingo.

[6] Santos Guerra, M.A. (2000). La escuela que aprende. Ediciones Morata, S.L. Colección Pedagogía. Tercera edición del 2002. Madrid, España.

[7] Valeirón, J. (2004). Una Propuesta Alternativa para la Evaluación y el Mejoramiento de la Calidad Educativa: Santo Domingo, República Dominicana. Santo Domingo. Tesis Doctoral.

[8] Grinberg, J. (1999). Desafíos y posibilidades para el futuro de la Educación. El papel del docente-líder. Primer Coloquio de la Universidad Torcuato Di Tella en Octubre. Buenos Aires.

Psicología Humanista

Contexto y Fundamentación:

La Psicología Humanista surge a finales de la década de los ´50 y principios de la de los ´60 en los Estados Unidos como Psicología de la Salud: “una tercera vía”.

Se fundamenta en la Filosofía y Psicología Existencialista que se desarrolló en los años 40 del siglo pasado.

Surge como una reacción a las concepciones newtoniana, darwiniana y mecanicista del ser humano, y a las orientaciones psicológicas que las suscribieron.

Según Miguel Martínez, “es un movimiento contra la psicología que ha dominado la primera mitad de este siglo, y que se ha caracterizado por mecanicista, elementalista y reduccionista” (La psicología humanista. Fundamentación epistemológica, estuctura y método, Editorial Trillas).

Las raíces de esta corriente psicológica la encontramos en Europa con Leibniz, y sus raíces más profundas en el pensamiento sobre el intelecto activo de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino.

Supuestos Fundamentales:

El hombre vive subjetivamente: El ser humano empieza su labor cognoscitiva tomando conciencia de su mundo interno experiencial, de sus vivencias, de su Erlebnis. Su percepción del mundo exterior, está de acuerdo con su realidad personal y subjetiva (necesidades, deseos, aspiraciones, valores, sentimientos, etc.).

La persona está constituida por un núcleo central estructurado: Es lo que le proporciona a cada persona lo que ella es (el yo o el sí mismo). No es observable. Es lo que nos distingue a cada uno de nosotros. Parece ser el origen, portador y regulador de los estados y procesos de la persona. Es lo que proporciona integridad al ser humano como ser total.

El ser humano está impulsado por una tendencia hacia la autorrealización: Tanto física, como emocional y espiritual, el ser humano tiene una tendencia hacia el desarrollo pleno.  Es un estado natural, constante y eficaz, mientras no se opongan obstáculos externos. Esta tendencia tiene una dirección clara.  La naturaleza humana no ser una maravilla en su desarrollo físico y no serlo en su desarrollo psíquico. El ser humano muestra capacidad, y también deseo, de desarrollar sus potencialidades.

El ser humano es más sabio que su intelecto: El ser humano no solo está guiado por la razón (racional) o por sus instintos (irracional). Para los humanista hay un tercer procedimiento, que no es ni racional ni irracional, sino a-racional. Guiado por la intuición, el ser humano llega a la comprensión de su realidad con independencia del pensamiento consciente. Es una forma de conocer total, intuitivo, e incluso organísmico, pues involucra al ser humano como totalidad.

El ser humano posee capacidad de conciencia y simbolización: Se trata de la capacidad humana de auto-representarse, de contemplarse a sí mismo desde fuera, de auto-proyectarse, de auto-duplicarse, auto-reproducirse. Esta es una capacidad propiamente humana. Le permite distinguirse a sí mismo del mundo exterior, pensándose como proyecto futuro. La distorsión de esta capacidad puede conducir a la neurosis o la psicosis, incluso a reacciones paranoicas de sospecha y odio, así como extremos de crueldad y aberraciones sexuales.  

Capacidad de libertad y elección: La conciencia es principio (alfa) y fin (omega) de la libertad: Conocimiento y reconocimiento de la necesidad de conocer y comprender, como ejercicio pleno de su libertad, en cuanto a tener la posibilidad de decidir los caminos posibles. Esta libertad se manifiesta gradualmente, el mayor ejercicio de la libertad tiene que ver con el desarrollo de una mayor diversidad de opciones posibles en el proceso de conocimiento y actuación.

Capaz de una relación profunda: En un mundo como el de hoy, en un sociedad de masas y estandarizada, el ser humano se siente enjaulado, alienado y deshumanizado. El ser humano se siente solo ante su propia existencia, lo que lo obliga a enfrentar sus dudas, miedos y ansiedades, buscando la compañía de los demás como un medio para superar la soledad. En este contexto crece en él la necesidad de relaciones auténticas y profundas, de relaciones humanas donde pueda ser él mismo en todas sus dimensiones, siendo aceptado tal y como es. Es una relación profunda de “yo-tú”, una mutua experiencia de hablar sinceramente uno a otro, en plena sencillez, espontaneidad y autenticidad. Esta realidad le reafirma su naturaleza humana.

Capaz de crear: Es una característica típicamente humana, y de manera particular, en sus miembros más selectos y destacados en una que otra área: artes, ciencias, filosofía, etc. Implica generalmente la renuncia inicial al orden. Se trata de un proceso en el que se perciben elementos que no encajan o que faltan, de formular ideas e hipótesis nuevas, de probarlas y comunicar sus resultados a través de diferentes medios. Obtenido el resultado, se produce un estado y sentimiento de alivio y profundas vivencias emocionales de felicidad.

El ser humano busca un sistema de valores y creencias: La vida de cada ser humano está ordenada y orientada hacia uno o varios propósitos. Cada persona tiene algo especial por lo que vive y trabaja.  El valor es una necesidad o una creencia por la que la persona trabaja de preferencia. Es una disposición cognitiva, motora y profunda.

La estructura y complejidad de los valores crece conforme el nivel de madurez de cada persona. Es normal que un adolescente no sepa qué busca, quién es y hacia dónde se encamina, eso no es de esperarse en la persona adulta. La búsqueda de valores es un esfuerzo continuo por encontrar significados profundos que dan validez a la auto-identidad, y que establecen y apoyan los compromisos y las responsabilidades que se asumen.

Cada persona es un sistema de unicidad configurada: La individualidad (no el individualismo), singularidad y unicidad de cada persona es algo sobradamente firme. Cada persona es una creación única de las fuerzas de la naturaleza. Cada ser humano es portador de un genotipo único (Allport, 1966). Cada persona se aparta en millares de aspectos del ser humano medio (promedio) hipotético. La psicología no debe contentarse con el estudio de las dimensiones comunes, sino enfrentar la verdadera naturaleza de la estructura personal, la mutua interdependencia e interacción de los sistemas parciales dentro del sistema entero de la personalidad. La comprensión de esta unicidad configurada requiere mucho más de lo que una ciencia empírica puede ofrecer.

 

Psicología Dialéctica

Definición: la psicología estudia la psiquis, todos los hechos de la misma, sus manifestaciones, sus regularidades y leyes.

Su finalidad: conocer e interpretar la realidad psíquica y contribuir a transformarla.

Todos los procesos que tienen que ver con la formación y perfeccionamiento de las capacidades, habilidades y hábitos humanos; cuando se procura formar en el individuo determinados sentimientos y convicciones, nos enfrentamos a la tarea de dirigir la formación y el desarrollo de manifestaciones de la psiquis humana. De ahí que el origen y la finalidad de la psicología es la práctica.

Se fundamenta en la filosofía dialéctica:

  • Esta última presupone que lo material es primario con respecto a lo ideal, siendo lo ideal un producto de lo material.
  • El desarrollo de las cosas y de los fenómenos se da gracias a los aspectos contradictorios que rigen las cosas o fenómenos.

Entiende que la psiquis es un reflejo de la realidad, ideal por su existencia y subjetiva por su forma, con un contenido objetivo y origen material, mediante el cual el individuo regula su interacción con la realid

 La psiquis por su existencia es ideal, ya que ella en sentido general es una imagen, una representación de la realidad objetiva, del mundo material. (para Marx, “…lo ideal no es mas que lo material transpuesto y traducido en la cabeza del hombre”).

  En su carácter ideal la psiquis aparece como algo distinto, contrapuesto a lo material. (no es lo mismo la imagen de la cosa, que la cosa misma).  Sin embargo, el origen de la psiquis es material. (según Engels: “la unidad real del mundo consiste en su materialidad”). Todo es materia en movimiento o producto de la materia en movimiento.

  El origen de la psiquis hay que hacerlo en un doble sentido: la psiquis es producto de la materia, pero no de toda la materia, sino de la materia con un nivel especial de organización y desarrollo (estructura y funcionamiento del organismo).  Es decir:

  La condición fundamental para la existencia de la psiquis es que exista un organismo con el nivel de organización y desarrollo capaz de producir un tipo cualitativamente especifico de actividad (la actividad psíquica) mediante la cual se obtienen imágenes y representaciones de la realidad; y que dicho organismo establezca una interacción objetiva con el mundo material a través de su actividad en el mismo, pues solo con la puesta en contacto con la realidad es que pueden formarse las imágenes y representaciones  de ellas, (los fenómenos psíquicos).

 

CARACTERIZACIÓN GENERAL DE LA PSIQUIS:

CARÁCTER REFLEJO:

Esta propiedad consiste en poder reaccionar a las influencias externas. La forma en que se produce el reflejo depende del nivel de desarrollo alcanzado por la materia. La psiquis es la forma del reflejo que solo se manifiesta en la materia orgánica cuando esta alcanza un nivel alto de desarrollo y organización. Su carácter reflejo se evidencia en el hecho de que su contenido está determinado por la realidad objetiva. Este carácter reflejo ideal, subjetivo de la realidad objetiva, le posibilita al organismo adaptarse a su medio y al ser humano poder transformarla.

  CARÁCTER ACTIVO DE LA PSIQUIS:

La psiquis se caracteriza por ser activa, y el mejor indicador de dicha característica es que solo aparece como resultado del proceso de interacción del organismo y el medio. La actividad es la condición que garantiza su existencia y desarrollo: en el caso de los animales mediante la conducta adaptativa, en el de los seres humanos, la actividad transformadora. Del contenido que se desarrolla en el proceso de interacción le deviene también a la psiquis su carácter regulador.

  CARÁCTER REGULADOR DE LA PSIQUIS:

A la vez que reflejo, la psiquis posibilita la regulación de la actividad del individuo en la realidad. Este carácter regulador se expresa de dos formas:

  • Regulación inductora:

            Determina lo que se realiza. Nos da el para qué y el por qué de la actuación. Son todos los fenómenos psíquicos que incentivan, impulsan, dirigen y orientan, así como sostienen la actuación del individuo: necesidades, motivos, emociones, sentimientos, entre otros.

  • Regulación ejecutora:

Determina que lo que se realiza se cumpla a tenor de las condiciones en las que se desarrolla y nos da el cómo de la actuación. Son todos los fenómenos psíquicos que posibilitan tomar en consideración las condiciones en que transcurre la actuación de los individuos: sensaciones, percepciones. Pensamiento, habilidades y hábitos, entre otros.

 Ambas formas se manifiestan como una UNIDAD, pero no constituyen una identidad; se interpretan e influyen recíprocamente, pero no se puede deducir la una de la otra y no se debe dejar de reconocer sus especificidades.

  CARÁCTER INDIVIDUAL-PERSONAL DE LA PSIQUIS:

La psiquis es siempre la actividad de un sujeto. El sujeto es un ser real, material, que existe en el tiempo y el espacio. Que vive y actúa en situaciones concretas de vida. Que tiene su propia historia dada por el contenido y las formas de las relaciones que establece con la realidad mediante su actividad. El contenido y la forma de estas relaciones nunca son idénticos en todos los sujetos, pues no son idénticas las condiciones concretas de su existencia. La psiquis al ser el reflejo subjetivo de las condiciones de vida de cada sujeto, se conforma con un matiz singular que hace que psicológicamente cada sujeto presente peculiaridades que lo distinguen, lo diferencian de los demás. Este es el carácter individual-personal de la psiquis.

 

PSIQUIS Y CONCIENCIA:

La conciencia es la máxima expresión de desarrollo de la psiquis, de ahí aunque todos los animales poseen una psiquis, solo los seres humanos desarrollan una conciencia.

El concepto de psiquis es más amplio que el de conciencia; y aunque la conciencia pertenece a lo psíquico, lo psíquico no se reduce a la conciencia.

Esto es lo que permite entender que en los seres humanos muchos de sus comportamientos son mecánicos, reflejos, indispensables para la vida: sensaciones, percepciones, fenómenos de la memoria, necesidades, hábitos, etc.

En determinadas circunstancias fenómenos psíquicos conscientes pueden pasar al nivel no consciente cuando las condiciones de la actividad del hombre no requieren de su estricta regulación por la conciencia; cuando las condiciones lo exigen, pasan al plano de la conciencia, y así el sujeto regula mejor su actuación.

La conciencia, sin embargo, constituye el nivel rector en la vida psíquica del ser humano. Su capacidad de transformar el mundo le viene a que el ser humano puede reflejar de modo consciente la realidad y regular de manera consciente su actividad.

 

PRESUNCIONES FUNDAMENTALES:

Tres presunciones fundamentales de la comprensión materialista – dialéctica de los fenómenos psíquicos:

  • Principio del determinismo materialista-dialéctico de la psiquis: lo exterior actúa a través de lo interior.
  • Principio de la naturaleza social de la psiquis humana: el ser humano un ser histórico y social.
  • Principio de la unidad de la psiquis y la actividad: la psiquis no se forma en la actividad sino que también se manifiesta en ella y al mismo tiempo la regula.