Apostemos por el bienestar

Como consecuencia de la llamada pandemia por el coronavirus, la incertidumbre se nos ha colado de repente y sin aviso en la vida por muchas razones: no saber cuándo ni cómo esta situación terminará (los días y las noches transcurren como sin darnos cuenta), los riesgos a la que todos nos enfrentamos que atentan contra nuestra salud y la propia vida, agravado por la pandemia misma de la información-desinformación permanente a través de las redes sociales. Nadie escapa a esta realidad. Todos los planes y proyectos, de repente, están detenidos y sin visos de retomar su curso “normal”.

La encerrona hogareña nos encontró desprovisto de manejarnos con cierta motivación y expectativa en nuestro propio territorio. Pasado los días, crece la extrañeza y la vida fuera del hogar. Se nos van agotando las estrategias y, en muchos casos, hasta los deseos de permanecer encerrados muy a pesar de los riesgos.

La indefensión crece, y los atisbos de la melancolía, la tristeza y hasta la depresión, asoman sus rostros no agradables.

Colocarnos en la actitud de replantearnos el sentido y el significado de nuestra propia vida y la vida de todos como país, nos ayudaría a enfrentar y vencer esos rostros desagradables que nos acechan. De ahí que transformar en oportunidad la crisis, nos daría una herramienta de crecimiento y sanidad mental nada despreciable en estos momentos.

Martín Seligman y los psicólogos positivos nos proponen una estrategia que podría ser eficaz en este momento y que presupone tomar en nuestras propias manos la rienda de nuestra realidad, como pensamiento y acción de futura, como proyecto. Esta estrategia conocida con la sigla PERMA, constituye más bien un acrónimo compuesto por cinco factores, a saber:

Positive emotions (Emociones positivas).

Engagement (Compromiso).

Relationships (Relaciones positivas).

Meaning and purpose (Propósito y significado).

Accomplishment (Éxito y sentido del logro).

El primer factor, emociones positivas, hace referencias a la paz, la esperanza, la gratitud, el amor, la unidad, la compasión, la satisfacción, el placer, entre otras. Se procura que aumentemos las vivencias de tales emociones. Las redes nos están permitiendo encuentros con seres queridos, algunos con los cuales incluso a pesar de la cercanía, no nos habíamos permitido manifestar hacia ellos tales emociones. Hoy día los gestos de amor y cariño crecen entre todos nosotros.

El segundo factor, compromiso, busca desarrollar un pacto con nosotros mismos para procurarnos acciones y tareas que nos permitan afrontar la situación desde una perspectiva positiva y de cara a futuro. Ser capaces, tanto individual como colectivamente, de visualizar de manera positiva el futuro.

El tercer factor, relaciones positivas, significa ampliar y fortalecer nuestros vínculos con parientes, amigos, e incluso, compañeros de trabajos y otras personas, en el deseo compartido de vendrán mejores tiempos y nuevas oportunidades para desarrollar relaciones más profundas.

El cuarto factor, propósito y significado, implica darnos una razón poderosa de futuro, por el cual nos comprometemos asumir desde el confinamiento mismo. Proyectemos nuestra vida futura de manera positiva, asumamos una actitud de esperanza y optimismo.

El quinto factor, éxito y sentido de logro, es darnos metas posibles que puedan contribuir con nuestro propio desarrollo en términos de competencias y habilidades para la vida, vinculadas a los temas anteriores. Aprovechemos el tiempo para su desarrollo. No hablamos solo de competencias y habilidades intelectuales, sino de muchas otras que son necesarias en una vida proyectada con sentido y significado.

Se trata de aprovechar las circunstancias presentes para proyectarnos con un sentido y un significado distinto. Pensémonos como mejores personas, mejores padres y madres, mejores hijos, mejores abuelos y nietos, mejores maestros y alumnos, mejores servidores públicos, mejores ciudadanos, mejores comunicadores, mejores profesionales de la salud u otras profesiones, en fin, mejores seres humanos frente a nosotros mismos y nuestro entorno. Salgamos de esta crisis pensando, deseando y haciendo un mundo más justo e igualitario, un mundo donde recobremos el valor de la vida en todas sus manifestaciones. Salgamos con la convicción de que habrá “un cielo nuevo y una nueva tierra”, construidos por un “hombre y una mujer nueva”.

Ser agradecido

La vida nos depara muchas cosas, a cada una de ellas le atribuimos distintos significados dependiendo de nuestra propia experiencia y óptica, a partir de la cual le damos significados diferentes a la realidad vivida. No son procesos en los cuales prime la razón consciente, más bien se mueve en un mundo de experiencias y vivencias internas, que muchas veces pasan desapercibidos por la propia persona. Podemos terminar aproximándonos o alejándonos de las realidades que intuimos “parecidas” a esa realidad vivenciada como significativa, en un sentido u otro.

Un sentimiento un tanto paradójico lo constituye el ser o estar agradecido. Hay quienes dicen, que de todos los sentimientos humanos, el de ser agradecido, es el más efímero. Personas excepcionales hacen del agradecimiento un valor inconmensurable. La vida nos lleva tan deprisa, que pocas veces reparamos en ello, y olvidamos sin más, la razón o el objeto del agradecimiento.

Saber agradecer y estar agradecido, no siempre va de la mano con quiénes viven el día a día sin reparar el sentido y/o significado de la vida que transcurre. Peor aún, de aquellos que se creen ser portadores y actores exclusivos de cuanto les depara. Ingenuos, no se dan cuenta de la multiplicidad de situaciones que hacen posible alcanzar un logro, el éxito, una posición pública o, sencillamente, el reconocimiento mismo. Saber agradecer es un valor sobre el cual pensamos muy pocas veces.

El refranero popular tiene una bella expresión para quiénes viven agradecidos: “de gente bien nacida es ser agradecida”. ¡Cuánta sabiduría se encierra en esta simple frase con que muchas personas, principalmente ancianas, le dan soporte a sus vidas!

Empecemos por algunas de esas cuestiones, tan cotidianas como efímeras, que transcurre en el día a día: la ropa limpia y planchada, el desayuno en la mesa, un beso de hasta pronto, un adiós o un hasta luego, con la esperanza de volver a compartir otro momento juntos. Una sonrisa al encontrarnos. Ser agradecido nace del corazón. No es una construcción teórica que requiera de muchas evidencias y elucubraciones.

La gratitud nos hace ser más humanos, si se quiere, más humilde. Nos coloca en una actitud de apertura al Otro. De reconocimiento del Otro, como referente de lo que somos o podemos llegar a ser.

¿Pero por qué es tan difícil ser agradecidos? ¿Qué es lo que nos hace tan egoístas sin dar un ápice de consideración o agradecimiento hacia el otro?

La felicidad, por ejemplo, otro sentimiento simple pero esquivo, que no siempre tiene una explicación clara, pues la sentimos y vivimos por momentos, sin que comprendamos necesariamente sus factores desencadenantes. Se encuentra muy asociada al bienestar, no solo físico, sino también mental-emocional y social. Pero ese bienestar que se manifiesta como una realidad interna, propia, vivenciada en singular, realmente tiene un referente en el Otro, el prójimo o próximo (si desde un punto cristiano quisiéramos comprenderlo). Suponen siempre a otros. No por otra razón la Psicología Positiva actualmente nos plantea que la negación del otro, el individualismo que hoy exhibe el ser humano, se constituye en una de las principales razones que explican la in-felicidad reinante. Hemos perdido el sentido del otro en nuestras vidas. Somos poco agradecidos.

Sin embargo, qué fácil es el camino del agradecimiento y, por consecuencia, el bienestar y la felicidad: Primero hagamos conciencia del otro en nuestro propio bienestar y felicidad.  Segundo, seamos agradecidos. Empecemos a aprender a dar las gracias: por el joven o la joven que nos ofrece limpiarnos el vidrio delantero del vehículo, por la señora que nos limpia todos los días nuestra oficina, por aquella persona que nos da el paso (reparemos en ello, hagamos conciencia de ello). Tercero, cultivemos la gentileza como parte de nuestra cotidianidad: demos el paso al otro, brindémosle el asiento a la otra persona, ofrezcámosle una sonrisa o un gesto amable. Hagamos que el otro experimente la felicidad, y eso nos hará más agradecidos.