Reflexiones previas:
La situación provocada por la expansión del COVID-19 no solo que es excepcional, sino que sus consecuencias son aún más excepcionales. El dislocamiento de todas las actividades productivas, sociales y personales se ha convertido en la cotidianidad, como lo son también, el distanciamiento físico, el confinamiento, y más complicado aún, la conversión de los espacios familiares en oficina y/o escuela, nos roba el espacio por excelencia de recogimiento, descanso e interacción familiar.
La vida se nos ha trastocado completamente. Esta situación nos trae consigo una situación de naturaleza emocional que puede tener consecuencias complicadas en las personas en particular, como su núcleo familiar y de trabajo. Nos referimos a la incertidumbre (la no certeza) de lo que enfrentamos, sus consecuencias inmediatas, y sus consecuencias futuras. El ser humano es por naturaleza un ser social, que se construye así mismo a lo largo de la vida en una dinámica de relaciones que nos permite incorporar ideas, creencias y actitudes, recreando o construyendo los valores que nos sirven de referencia. La pandemia provocada por el COVID-19 ha trastocado el contexto mismo de nuestro ser. De ahí el aumento creciente en la angustia, la tristeza, la depresión, los padecimientos psicosomáticos, entre otros.
COVID-19 y educación: situaciones excepcionales nos plantean soluciones excepcionales:
Lo descrito anteriormente nos revela una situación de total anormalidad y excepcionalidad, que requieren al mismo tiempo respuestas excepcionales. Por ejemplo, el teletrabajo que hoy se ha convertido en la modalidad principal para quienes desarrollan funciones en alguna institución como empleado, ha transformado las lógicas de los tiempos, la gestión de los procesos, la supervisión, y muchas otras funciones “normales” en las instituciones.
El caso del funcionamiento del sistema educativo en sus diferentes niveles, modalidades y ámbitos, no escapa de esta situación. De pronto los procesos de enseñanza y aprendizaje se han visto impactados por la situación que estamos viviendo, como resultado de la pandemia. Las “clases” presenciales, de pronto, han cesado y sustituidas por las clases virtuales. La virtualidad genera procesos de relacionales distintas entre los sujetos, en este caso, maestro(a)-alumno(a). Y todo parece que este será un proceso más largo de lo que podríamos imaginar.
Tenemos que comprender que hay un mundo de diferencia entre la práctica educativa que hasta ahora hemos desarrollado y para la cual está formado el maestro y lo que demanda una educación virtual. Es decir, es reconocer que la estructura de control sobre la cual está organizada la escuela (aulas, lista de asistencia, registro de grado, etc) no es posible replicar en su totalidad en línea. Y qué decir del comportamiento “durante las clases”. Si en muchas de las escuelas mantener un clima escolar positivo era un gran reto, qué decir de lo que hoy se nos plantea. No es posible pensar en una educación escolar en pleno proceso de pandemia y confinamiento, con los mismos parámetros de una educación presencial. Pienso que todo debe ser revisado, desde los contenidos hasta las metodologías. En casi todos los países estamos ante una “involución” de los sistemas educativos.
Juan Tomás Tavares en Acento publicó un artículo recientemente en el cual hacía referencia a estudios que se vienen realizando en Nederland. Se habla del impacto de la pandemia en la brecha, ya de por sí amplia, entre los sectores más ricos y los más pobres. Según el artículo se espera que habrá un retroceso de cerca de un 30% en el quintil más rico, y más de 50% en el más pobres, con respecto a los aprendizajes de los y las estudiantes. ¿Y qué podemos esperar nosotros en la República Dominicana? No colocar los pies sobre la tierra tendrá consecuencias mayores.
La pasada evaluación del desempeño docente que se hizo entre los años 2017 y 2018 puso de relieve las enormes deudas que aún presentan nuestros docentes en lo que se refiere a sus competencias en la gestión de los procesos de enseñanza. Tómese en cuenta, incluso, que dicha evaluación tuvo que limitarse a lo que los maestros debían saber de cómo enseñar, es decir, en la didáctica, no en lo que ellos deben saber en términos del conocimiento disciplinar. El maestro que tomó esta evaluación es el mismo maestro que hoy permanece en las aulas.
Aún más, que esperamos que suceda con el llamado “abandono o deserción escolar”, sobre todo en el nivel medio. Todo parece que dicho índice se va a incrementar, y que los logros alcanzados en los últimos años, sobre todo con la disposición de planteles escolares y la tanda extendida en las zonas de mayor vulnerabilidad social. He sido contactado como profesor de psicología social del INTEC para participar en un estudio sobre el pronóstico del aumento de la violencia y la delincuencia juvenil como efecto de la pandemia en nuestros países. Una de las posibles hipótesis tiene que ver justamente con el efecto del aumento del índice por deserción escolar.
Por otro lado, miremos la situación que está pasando en EEUU, Europa y varios de los países de nuestra región respecto a la “vuelta al cierre de las escuelas”. El comportamiento de la pandemia aún está por comprenderse desde el punto de vista epidemiológico. Lo que sí llama la atención es este mismo comportamiento en muchos de los países asiáticos con regímenes sociales muy distintos a los nuestros. En un tiempo de crisis como el que estamos viviendo definitivamente que las restricciones sociales, por un lado, y el fortalecimiento de la identidad social, por el otro, parecen recobrar sentido.
En sentido no me considero una persona pesimista, todo lo contrario; pero en la situación que estamos viviendo prefiero asumir una actitud optimista moderada. No pensemos en lo óptimo, pensemos en lo que es posible hacer con la situación que se vive por razón de la pandemia, y además, con el personal docente con qué contamos.
Por otro lado, me hago yo mismo la pregunta, cómo enfrentar de manera excepcional, pero con cierto sentido, la situación que vivimos desde la educación básica (inicial, primaria y secundaria).
Diego Gracias, conocido historiador de la medicina, pero más conocido mundialmente sobre sus reflexiones bioéticas, nos plantea la necesidad de re-pensarnos como seres que somos parte misma de la naturaleza, y que junto a ella entonces, recobrar la dignidad humana como dignidad de la vida en su totalidad. “La casa común” de las que nos habla el Papa Francisco en su Encíclica Laudato SI´, y cque inicia de esta hermosa manera:
- “Laudato si´, mi´Signore” – “Alabado seas, mi Señor”, cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge en sus brazos: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”.
- Esta hermana clama por el daño que provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella.
Un comportamiento personal y social, cultural, producto de cientos y miles de años nos ha colocado frente a la naturaleza, como si fuéramos ajenos a ella. Como diría Yuval Noah Harari en su libro Sapiems. De animales a dioses: “El registro histórico hace que Homo sapiens aparezca como un asesino ecológico en serie”. Cambiar esa realidad significaría cambiar todos nuestros esquemas mentales de sentirnos los “dueños” de la naturaleza y de todo lo que ella provee. Quizás el COVID-19 y su pandemia nos estén llamando a considerar esa realidad.
Ése cambio, tan necesario y fundamental en este momento donde toda nuestra existencia y la sociedad que hemos construido se ve en peligro, Howard Garner, el creador del concepto de “inteligencias múltiples”, nos lo plantea como posible haciendo uso de lo que llama “palancas de cambio” para referirse al uso de la razón, la investigación, la resonancia, las redescripciones mentales, los recursos y las recompensas, los sucesos del mundo real y las resistencias.
Desde esta perspectiva hagamos de la educación hoy, un gran ejercicio de “cambio mental” que nos involucre a todos y todas. Convoquemos a maestros y especialistas en educación, músicos y artistas plásticos, actores sobre todo de teatro, científicos del ámbito de las ciencias naturales, sociales y humanas. Futurólogos, trabajadores y hombres de empresa, filósofos, religiosos de todas las denominaciones, en fin, todo aquel que sienta que puede aportar “algo”. Hablemos, conversemos libremente, sin un libreto pre-hecho, pero sí con el deseo de que nuestras niñas, niños y adolescentes miren la realidad que vivimos, la observen, piensen en ella, la estudien, que compartan sus ideas, que surjan de proyectos reales de ellos mismos, en un ejercicio de construcción de nuevos sentidos y significados de la vida, donde lo fundamental sea la vida y el valor de esta, en todas sus manifestaciones.
Que esos “análisis” o esas descripciones la hagan y la fundamenten en todos los lenguajes posibles. En el lenguaje del arte y la música; en el lenguaje del cuento, la historia narrada y la poesía. En el lenguaje de la matemática, la estadística, la física, la química… en los lenguajes computacionales. En el lenguaje del cuerpo, y todas sus posibilidades kinestésicas. En fin, que todas y todos nos sumerjamos en un mundo de realidad y fantasía, intentando comprender nuestra realidad, nuestro entorno socio – ecológico, y comprendernos a nosotros mismos, como parte sustancial de la madre naturaleza. Que nos sintamos como parte del universo, porque el universo es parte de nosotros. Démosle posibilidad a la fantasía, a los sueños, a la creación de nuevos mitos que expresen nuevos sentires. “La capacidad de hablar sobre ficciones es la característica más singular del lenguaje de los sapiens”, diría Harari, siendo esta capacidad la que también más a contribuido a nuestra capacidad colectiva de “convertir sueños en realidad”.
De esa manera estaremos generando sentidos y significados distintos, posiblemente fundamentado en valores que aún no hemos identificados, como de otros que hoy guían aún nuestras vidas. Construiremos sensibilidad, solidaridad, compasión, bondad, sabiduría, fluidez mental, respeto…
Definiendo proyectos, con niveles de complejidades distintos según la edad, estaríamos creando dinámicas educativas poderosas, generadoras de un ser humano distinto para una sociedad distinta. No la sociedad del rendimiento y la productividad, como nos plantea Byung-Chul Han en varias de sus obras, sino la sociedad del bienestar colectivo y personal.
Convirtamos nuestras escuelas y nuestras aulas, virtuales o de cualquier tipo, en espacios de cambio y crecimiento, de transformación; es espacio de construcción de nuevos sentidos y significados. En espacio de construcción de una nueva ciudadanía, para una sociedad distinta.
Todos tenemos que despojarnos de nuestros egos, la situación nos desborda a cada uno de nosotros. Cambiemos la estrategia, lo que solos no vamos a lograr, juntos lo haremos.
EXCELENTE !!!
SI NO MOVILIZAMOS NUESTROS ESQUEMAS, SI NOS MANTENEMOS ANCLADOS EN «LO CONOCIDO» CUANDO TODO HA CAMBIADO, COMO RESULTADO DE UNA SITUACION QUE HA TOMADO DE SORPRESA A LA HUMANIDAD, LAS PRINCIPALES VICTIMAS SERAN LAS FUTURAS GENERACIONES QUE SE EDUCAN EN LAS ESCUELAS.
ES POR ELLO QUE LA INVITACION A LA REFLEXION SOBRE LA NECESIDAD DE NUEVOS CURSOS DE ACCION COBRA TOTAL SENTIDO…