Hay dos dimensiones del tiempo que vivimos y vivenciamos todos los días, la primera la experiencia interna del tiempo que se vive como pasado, presente y futuro. Como vivencia interna, es personal, lo experimentamos subjetivamente. En ocasiones lo percibimos como rápido o lento, según las características e intensidad de la experiencia. Esta experiencia no es lineal, se vive en el aquí y ahora, no importa si se trata de una vivencia pasada o presente.
La otra dimensión es lineal, sabemos que el tiempo transcurrido no vuelve, no tiene regreso. Pasado, presente y futuro se hacen evidentes. En la medida que envejecemos, muchas veces nos sentimos taciturnos frente al porvenir. Los segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años pasan inexorablemente, no lo podemos detener, aunque quisiéramos. Con el paso de ese tiempo, sentimos que nuestra vida cambia, y con ella, nosotros mismos como totalidad somática y mental: envejecemos. Muchos se resisten al paso del tiempo, pero el mismo es real, deja huellas, a veces profundas, muy profundas. Aquellos que no resisten su paso, si pueden, recurren a la cirugía o a la magia si fuera el caso, es un esfuerzo denodado por ganarles tiempo al tiempo.
El Eclesiastés, Cap. 3, nos brinda una hermosa, y en ocasiones contradictoria lectura del tiempo: “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz”.
En el tiempo transcurren las cosas, los procesos, cuanto hacemos. Pareciera como si el tiempo ocurre en el espacio. Pero la experiencia del tiempo, en nuestra conciencia, no tiene espacio físico concreto. Se hace evidente, se percibe, se vive, pero no se sitúa de manera concreta necesariamente. Aunque en muchas ocasiones, sin ser real, se vive como tal. «No sé si lo he soñado o lo he vivido». La situación se nos hace paradójica.
El tiempo y el espacio cobran un significado diferente en la realidad virtual. En la lógica del tiempo lineal, las horas vividas y experimentadas por otros en su tiempo presente, se torna futuro, aunque la experimentamos como presente. Cuando chateamos con una persona situada en “el otro lado del mundo”, lo hacemos en dos presentes diferentes: el del tiempo en que vivimos y en el que vive “el otro”, aunque pareciera el mismo. Por otra parte, esa experiencia a veces se sitúa como si fuera vivida en el espacio real compartido. Así, al otro o la otra, la o lo “presentimos” detrás de la pantalla. Como si estuviera ahí. Conversamos en tiempo real y concreto, como si fuera en el mismo espacio, constituyéndose el tiempo y el espacio virtual, en tiempo y espacio real. Al tiempo virtual hoy se le añade el tiempo extendido. Es la experiencia de compaginar la vida real con lo virtual, de esta manera, podríamos estar viviendo como en dimensiones diferentes: lo real-actual y lo real-pasado o futuro. La tecnología nos juega a lo imposible posible.
Vida y muerte son parte del tiempo. En ocasiones se alejan, en otras se acercan. Cuando niños y jóvenes la experimentamos como lejanas; con el paso de los años se experimentan como cercanas, sobre todo cuando personas con las que hasta ese momento habíamos compartido espacio y tiempo, “dejan la vida”. Nos resistimos y seguimos buscando «la fuente de la juventud perpetua».
Muchos quisieran estirar el tiempo infinitamente, pero tarde o temprano se hace finito y descansaremos en un espacio concreto “eternamente”, pero ya sin conciencia de ello, suponemos. Por eso es que con los años aprendemos a valorar más el tiempo. La juventud no tiene tiempo para tales tonterías, “les sobra el tiempo”.
Cuando la experiencia del tiempo y el espacio se sitúan en el nivel del cosmos, pareciera como infinita, al mismo tiempo que muy breve para cada uno de nosotros. Miles de millones de años es una cifra inimaginable para nuestra conciencia, cuando la referencia es el cosmos, con la vida de las estrellas y galaxias por delante. Nuestra vida, una mota de polvo que se desvanece antes del segundo. Pero en nuestra vivencia personal, es única y eterna. Nos resistimos a tener punto final. El olvido, como experiencia posible, se vuelve contra el tiempo y el espacio experimentado hoy.
Hace como cinco años, tuve la experiencia personal de “perder la noción del tiempo” por aproximadamente ocho o nueve horas. Todo lo que hoy recuerdo, fue gracias a mi familia y amigos, que me explicaron todo cuanto sucedió. Tengo muy vaga experiencia de ese día, algunos flash que llegan incompleto en mi memoria. Mi amigo, el Dr. Cabrera, me explicó que se trató de una “amnesia global temporal”. Fue extraño, pues sé de los espacios en que tal experiencia aconteció, pero no tengo noción muy clara de ello tampoco. Tiempo y espacio, se me escaparon momentáneamente. Espero que no te suceda nunca.
Mis amigos recibieron un mensaje que escribí entonces:
De nuevo vienen a mis recuerdos y a mi memoria…
¡Que rico es poder tenerla y no perderla!
Me refugio en los versos de Joan Manuel Serrat,
que llega sin solicitarlo, en la gratuidad de lo divino
pero con un canto a la vida,
y la manera como la vivimos…
Tómate este tiempo, sin prisa… sólo entre tú y el poeta cantautor…
Te invito a oírla, gustarla… y sobre todo vivirla.
«De vez en cuando la vida
Nos besa en la boca
y a colores se despliega como un atlas.
Nos pasea por las calles en volandas
y nos sentimos en buenas manos.
Se hace de nuestra medida,
toma nuestro paso,
y saca un conejo de la vieja chistera.
Y uno es feliz como un niño… cuando sale de la escuela.
De vez en cuando la vida…
toma conmigo café
y está tan bonita que… da gusto verla
Se suelta el pelo y me invita a salir con ella a escena.
De vez en cuando la vida…
Se nos brinda en cueros
y nos regala un sueño tan escurridizo,
que hay que andarlo de puntillas, por no romper el hechizo.
De vez en cuando la vida…
afina con el pincel.
Se nos eriza la piel y faltan palabras
Para nombrar lo que ofrece, a los que saben usarla.
De vez en cuando la vida… nos gasta una broma
Y nos despertamos sin saber que pasa
chupando un palo sentado
sobre una calabaza.
En el tiempo y el espacio transcurre nuestra vida, que es una, solo una, disfrútala, cuídala, protégela, acariciala… pero sobre todo, vívela.