Agua y ser humano

Sabemos que el principal componente del cuerpo humano, es agua. Que en una mujer adulta representa del 50% al 55% de su peso corporal. En el hombre adulto, aproximadamente el 60%. Es decir, un varón con un peso aproximado de 160 libras, el contenido de agua corporal es más o menos, 42 litros. Esta información la obtuve en la página web www.h4hinitiative.com

 TAGS:undefinedLo más interesante de este tema, según la misma fuente, es cómo se distribuye el famoso %u201Capreciado líquido%u201D en las diferentes partes del cuerpo humano: el 75% de nuestro cerebro, es agua. El 83% de nuestra sangre, es agua. La piel contiene un 72% de agua. El corazón, que tantos dolores de cabeza nos genera actualmente con nuestra forma de vida, el 79% es agua, igual que en el caso de los pulmones. En el hígado un 68% es agua. El bazo y el riñón contienen 76% y 83% respectivamente. El intestino, 75%, casi igual que los músculos, que contienen un 76% de agua. Y, en menor medida, los huesos y el tejido adiposo, es decir, las grasas, que contienen 22% y 10% de manera respectiva.  

Es decir, sin el agua, nuestro organismo no funcionaría, así de simple.

Sin embargo, por qué nos resulta tan difícil entender, y más aún, asumir um comportamiento de preservación del agua, de hacer conciencia sobre las consecuencias del uso irracional que hacemos del agua.

Estamos ante una de las peores sequías de los últimos años, es decir, los meses en que generalmente llueve, la naturaleza nos la está poniendo difícil. Los ríos y arroyos merman. Los embalses (presas), como los tanques de acueducto, están en niveles mínimos. Sin embargo, nuestro irracional consumo, continúa como si tal cosa.

Hace unos días, caminando por el Parque de Las Praderas, observé a un señor lavando el piso del patio de un apartamento de primera planta, con la manguera a todo dar. El caudal del agua ya llegaba a varios metros hacia la grama del parque. Le llamé la atención, sobre el desperdicio que hacía y la falta de agua que se siente en el sector, y en muchos otros sectores de la ciudad.

Si, ya estoy terminando, fue lo único que dijo.

¿Por qué esa inconsciencia e indolencia? Inconsciencia consigo mismo y con aquellas personas que aún no disponen de agua en su propia casa. Parece que va a ser necesario que tengamos la experiencia, sobre todo las personas de estos sectores, de tener que ir muy lejos a procurar el agua en tanques o embases plásticos. Recuerdo cuando el Ciclón David, que andaba con mi Lada, lleno de galones vacíos, para que cuando me avisaran de que en algún lugar de la ciudad había llegado el agua, inmediatamente dejar lo que estuviera haciendo, para trasladarme en procura «del tan preciado líquido».

Todos y todas, de alguna manera, somos responsables de generar conciencia y una actitud más proactiva en el manejo y uso del agua. Comenzando por nuestra propia casa cuando nos bañamos, cuando nos lavamos y enjuagamos la boca, cuando nos afietamos. Cuando dejamos una grifo goteando agua el día entero. O cuando sencillamente nos servimos un vaso de agua que no consumirémos en su totalidad. Pero sobre todo, en las autoridades del gobierno responsables directos de este tema, que no deben esperar a que la crisis nos arrope, para entonces tomar «medidas heroícas» frente a una crisis que nos está golpeando desde hace meses.

De manera lamentable, nos visualizamos como si no fuéramos parte de la naturaleza, más bien ajenos a ella. Nos comportamos como «depredadores», indiferentes al bienestar de la naturaleza, como parte de nuestro propio bienestar. Eso explica, en parte, la cultura de depredar los bosques y los ríos. De contaminar el ambiente y el entorno. De sentir que el resto de los seres vivos «son ajenos a nuestra nobleza de ser humanos». Nos sentimos poseedores de la vida y de la muerte. La gran tragedia, si se me acepta el término, es que nuestra propia cultura depredadora terminará depredándonos a nosotros mismos. ¿En quién, sino, recaerá el peso de una profundización de la crisis del agua? Los futuristas del cine de Holywood, ya casi nos cansan con el tema de la guerra por el combustible y el agua.

El Papa Francisco nos lanza un vigoroso llamado en su Encíclica Laudato SI: «Esta hermana (haciendo referencia a la Tierra) clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes». Él nos llama a una conversión ecológica global, alertándonos de que… «Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en los ´estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad´. El auténtico desarrollo humano posee un carácter moral y supone el pleno respeto a la persona humana, pero también debe prestar atención al mundo natural y «tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en un sistema ordenado».

Desde una perspectiva crítica la educación, y la escuela de manera particular, están llamadas a generar, a construir una cultura de preservación y cuidado de la vida. De generar en cada niño, niña y adolescente el aprecio por la naturaleza, que es al mismo tiempo, aprecio por nosotros mismos y por la vida.

Mientras tanto, ¿qué vamos a hacer para afrontar hoy? ¿Seguiremos cruzados de brazos, indiferentes al problema?

En el día del maestro…

A principio de los años 70 fui maestro de Historia Universal y Dibujo Lineal en el Centro Educativo Santo Tomás de Aquino de la Zona Colonial (CESTA), al mismo tiempo que Subdirector del mismo.

La experiencia como maestro y sus consecuencias las he podido vivir recientemente cuando fui invitado por uno de esos estudiantes a compartir  con un grupo de ellos en la Ruina de San Nicolás de la misma zona. Allí nos encontramos, ya casi “como hombres y mujeres de cierta edad”, en la que no faltaron las chanzas propias de “cómo te ha tratado la vida”. Fue un momento interesante. Algunos de ellos recordaban situaciones, de las que yo, como su profesor, ni idea tenía. Reímos a más no poder, con sus hazañas, y también, con sus “ingenuidades”, como aquella en que uno de ellos sirvió como maestro de ceremonia en una noche de encuentro con la familia, y donde daba las gracias por la presencia de “a las madres póstumas”. ¡Imagínense aquello!

La mayor gratificación es cuando te hacen sentir que de alguna u otra manera impactaste sus vidas. Que su actitud ante la realidad y su visión de las cosas cambiaron con la experiencia en el CESTA. Que de alguna manera encuentran en su vida adulta una huella que está ahí, y que les lleva a recordar aquellos años en el “Colegio”.

Quienes nos metimos en esa experiencia educativa, invitados por el amigo Salvador Espinal, coincidimos todos en reconocer la importancia que ésta tuvo, incluso en cada uno de nosotros: Marcos Villamán, Julio César Mejía, Valentín Frias, Miguel Suazo, Dilenia Medina, el propio Salvador Espinal, Julio César Sánchez, Julio César Zayas, Márgara Valeirón, la profe Enilsa, y otras  personas, que creyeron que era posible una educación diferente. No olvido un afiche que se hizo famoso en toda la Zona Colonial con el cual invitábamos a las familias a inscribir a sus hijos e hijas en el Colegio: “La educación no es cosa de juegos”.

Años más tarde me incorporé a la docencia universitaria, al principio en la Universidad O&M, así como en la Universidad Católica de Santo Domingo. En esos dos centros de formación profesional duré poco tiempo. Posteriormente en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña del 1980 al 90, la Universidad Autónoma de Santo Domingo desde 1983 hasta el 2014 y el Instituto Tecnológico de Santo Domingo, desde el 1983 hasta la fecha. En INTEC soy profesor de la carrera de psicología y he alcanzado la categoría de Profesor Pleno y de Profeso Titular.

No puedo obviar que a principios de los años 60, en el Oratorio Don Bosco, no solo fui catequista, sino también coordinador de grupos como el “Domingo Savio”. Otra manera de formar jóvenes.

Todos estos años dedicados a la formación de jóvenes me ha dejado grandes lecciones como maestro:

·        La primera lección, antes que nada se trata de seres humanos que nos vinculamos en una relación educativa para crecer juntos, para ser mejores personas.

·        Segunda lección, cree en los jóvenes, ellos son capaces de llegar muy lejos si les ofreces buenas oportunidades en su proceso de desarrollo.

·        Tercera lección, no creas tener todas las respuestas a todas las preguntas, es preferible decir no sé, no lo había pensado, que inventar una respuesta que solo genere dudas acerca de ti mismo como educador.

·        Cuarta lección, antes que hablar escucha. Las mentes de los jóvenes es como una tormenta, que a veces busca retar, otras veces solo despejar dudas, y muchas otras saciar la curiosidad que les nace por creer siempre que hay otras maneras de entender las cosas.

·        Quinta lección, dale tiempo a sus inquietudes que parecen estar fuera del contexto de clase. Muchas de ellas obedecen a la búsqueda de sentido de sus propias vidas.

·        Sexta lección, crea un ambiente positivo, en que ellos y ellas se sientan valoradas, estimadas por lo que son.

·        Séptima lección, conecta sus vidas con lo que está pasando en el mundo, en la realidad misma del país; hazlos sentirse que ellos tienen y deben aportar soluciones a los temas de la pobreza, los niños y niñas que trabajan, la violencia intrafamiliar y social, y tantos otros temas que hoy se debaten en todos los medios.

·        Octava lección, rétalos a pensar de manera diferente, a descubrir que siempre pueden haber explicaciones alternativas.

·        Novena lección, promueve en ellos la lectura, a indagar, y sobre todo, a escribir sus ideas. Ellos son depositarios de ideas geniales.

·        Décima lección, recuerda que son seres humanos, y que como tales, no solo están para pensar de manera lógica – lo que es importante- sino también intuir a partir de sus propias emociones, lo que no aparece de manera clara. Lo que se generalmente se oculta detrás de las mismas palabras.

Después de tantos años de ser maestro, me he dado cuenta lo mucho que mis estudiantes me han enseñado.

Libros de textos, gestión pedagógica y formación de maestros…

Todos los años, cuando se va a iniciar el año escolar un tema surge con fuerza mediática: los libros de textos escolares. Y hay una fuerte razón para ello, los precios a los cuales han llegado estos es escandalosa.  Para una familia de clase media, preparar a sus hijos para el inicio de año escolar, es una inversión apreciable.

Que detrás de los libros de textos hay un gran negocio, no es nuevo y es obvio. Quienes se dedican a esta actividad lo hacen para producir dinero. Quizás ha faltado un tratamiento especial por parte del Estado en esta actividad, a fin de que la producción de este recurso no se convierta en el dolor de cabeza de todos los años.

Hay sectores que han levantado la bandera del texto electrónico, que sin duda ha ido creciendo su uso de manera significativa, con la ventaja para los estudiantes de que esta herramienta es «como si fuera parte de su cultura».

Ahora bien, en torno al libro de texto el mayor problema no es el que tiene que ver con su precio, sino con su uso. Quienes hemos tenido la oportunidad de acercarnos al aula dominicana con la mirada del evaluador o investigador, siempre hemos planteado una gran debilidad: el libro se ha constituido en la herramienta por excelencia de los procesos de aula; más todavía, el libro fuera el currículo. El maestro y la maestra, en sentido general, limita su gestión pedagógica a seguir las indicaciones del texto. Y en esta situación hay dos aspectos complicados: el primero es, que un libro de texto por sí solo, no recoge todas indicaciones metodológicas sugeridas por el currículo y que son necesarias para propiciar procesos de aprendizaje en cada uno de los y las estudiantes. El libro, a lo sumo, es una guía, pero no es el currículo. En ocasiones, por razones de producción y edición, el libro presenta limitaciones en el abordaje de los contenidos, saltos en dichos contenidos, atrasos respecto al desarrollo del conocimiento científico en algunos tema (sobre todo en lo que respecta a la ciencia de la naturaleza) y en el peor de los casos, visiones sesgadas de algunos temas o incongruencias, propias de la concepción ideológica de quien lo produce (esto se puede apreciar particularmente en lo que respecta a las ciencias sociales), además de errores en la manera cómo se organizan los contenidos a partir de cómo aprenden los sujetos, en sus diferentes etapas de desarrollo. El decir, el libro no puede ni debe constituirse en la única herramienta de trabajo del aula. Un buen libro, a lo sumo, es una buena oportunidad para generar procesos de aprendizaje de determinado tipo, no de todo lo que implica aprender. Lo segundo es, cómo se hace uso del texto en el aula. En la mayoría de las situaciones de aula, el libro de texto se convierte en la única fuente de información, con el agravante de que su uso sólo propicia procesos de aprendizaje memorísticos. El estudiante se ve en la necesidad de aprenderse la lección para repetirla en el caso de que se le pregunte al respecto. De esta manera, la finalidad de desarrollar competencias lectoras críticas y analíticas, desarrolladoras de procesos construcción de conocimientos, termina siendo una actividad fallida. Muchos docentes no saben otra estrategia que poner a los estudiantes a repetir lo que aparece en el texto.

Ambos aspectos nos conducen al tema de la gestión pedagógica en el aula. ¿Cuáles son las características fundamentales de este proceso en el aula dominicana? En un estudio realizado por Ancell Scheker acerca de estas características encontró lo siguiente:

  • Los propósitos del proceso educativo, no son comunicados a los estudiantes, sus familias, como tampoco aparecen explícitos en la acción pedagógica del aula.
  • Los contenidos curriculares no son asumidos por los maestros, ni en el discurso ni en la práctica.
  • Las estrategias de enseñanza son principalmente memorísticas y rutinarias.
  • La planificación se realiza de forma asistemática y discontinua; y en muchas ocasiones se hace sólo como cumplimiento formal a las instancias de supervisión.
  • La pizarra continúa siendo el principal recurso empleado en el aula.
  • Y en la evaluación prima la medición de los conocimientos, y no su valoración o caracterización.

 Estas evidencias ponen al descubierto la naturaleza y características de los procesos pedagógicos de aula, que priman en muchas de nuestras escuelas. Por esa razón, cuando nuestro estudiante se ve ante una evaluación internacional en la que debe mostrar altas competencias de comprensión lectora y/o aplicación de conocimientos en la resolución de problemas, así como capacidad para producir, de manera coherente, un texto escrito, el mismo presenta niveles de logros muy bajos. Han sido los casos del Primer y Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad Educativa: OREAL/Unesco (PERCE 2000 y SERCE 2008), como también del Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana (ICCS 2010).

¿Se trata solo de una cuestión de gestión pedagógica? ¿Es que el maestro no cuenta con las herramientas didácticas para la enseñanza?

En un estudio realizado por el Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa (IDEICE) en el 2012, en el marco de la Coordinadora Educativa y Cultural Centroamericana (CECC), en el cual se exploró el dominio y aplicación de la propuesta curricular en comprensión lectora en el aula, así como los niveles de dominio de lo que se debe enseñar en matemática, todo ello en una muestra representativa, a nivel nacional, de docentes del Primer Ciclo del Nivel Básico en escuelas públicas dominicanas (2,244 docentes (179 acompañantes de la práctica de aula y 2,065 maestros y maestras de 1º a 4º del Nivel Básico), se encontró:

  1. Sólo una maestra de zona rural presentó un desempeño alto de dominio (100%) alcanzado sólo por especialistas, 14.76% presentó un nivel medio de dominio en el enfoque constructivista y el 85.20% se ubicó en el nivel más bajo de dominio del enfoque.
  2. El rendimiento promedio de los docentes fue de 59.43, con una desviación estándar de 16.60. El mayor rendimiento se obtuvo en los temas de geometría con 65% y el menor en mediciones con 45%. El 63.3% de los docentes obtuvieron calificaciones por debajo de 65 puntos.

Es decir, en este estudio se puso de relieve que nuestros docentes no dominan lo que tienen que enseñar. Que la formación que recibieron en las universidades no les proporcionó o generó en ellos, los aprendizajes necesarios acerca de lo que tienen que enseñar.

La pregunta lógica sería: ¿de qué sirve incluso un libro de texto, si quien tiene que ser el gestor de los procesos de aprendizaje, no domina estos contenidos?

Esta evidencia plantea una cuestión fundamental en materia de política educativa: el mayor esfuerzo y la mayor concentración debe colocarse en la formación inicial y continua de los docentes, que tienen la responsabilidad de desarrollar todas las oportunidades necesarias para que nuestros niños, niñas y adolescentes aprendan.

Libros de textos, gestión pedagógica y formación de maestros son tres cuestiones que deben ser analizadas, comprendidas y abordadas de manera integral, pero a partir de un eje fundamental: docentes altamente capacitados y con las competencias necesarias para desempeñar dignamente su labor docente.