En torno al artículo reciente publicado en este espacio sobre el financiamiento de la educación, nuestro muy estimado amigo Edmundo Morel propone un debate acerca del mismo a partir de cuatro cuestiones:
1. la necesidad de invertir MÁS –por la obligación de contar con los medios necesarios para el logro de los objetivos de cobertura y calidad de la educación- y MEJOR -por la necesidad de una gestión realmente eficiente y participada de los recursos asignados;
2. entender que el aspecto del financiamiento, si bien es una condición necesaria, no es suficiente para propiciar un cambio significativo en la educación;
3. la integración de la cuestión educativa en una estrategia nacional de desarrollo y, por ende, su nivel de priorización en la asignación y distribución presupuestal; y
4. el control, la evaluación y la rendición de cuentas del efecto de la inversión en el cumplimiento de las metas trazadas.
Les propongo a todos aquellos que entiendan que también puedan aprovechar este espacio para seguir profundizando en el referido tema, que pongan de manifiesto sus ideas, expectativas y razonamientos en torno al mismo. El tema es los suficientemente importante y delicado, para que solo se constituya en la manifestación de intereses particulares políticos o de cualquier otra índole.
Soy de aquellos que piensan que si bien es cierto que el sistema educativo requiere de una mayor eficiencia en el uso de los recursos, sobre todo canalizando los mismos hacia donde prioritariamente se debe: la escuela, también pienso que la deuda histórica acumulada por más de tres décadas, obliga a que la inversión sea alta y gradualmente alta, pues esa deuda histórica se hará mucho mayor. No solo se requieren más y mejores planteles escolares, dotados con todos los recursos que hoy se requieren para una educación de calidad, y esto es un hecho, sino además un personal docente con mayores competencias, una formación humana integral sólida y condiciones de vida que honren su función y misión social.
Algunos argumentan que la educación es una especie de barril sin fondos, y que la rentabilidad política, en el corto plazo, es muy baja. Pues sí, ese barril requerirá cada vez más recursos y su rentabilidad política será más baja, mientras se siga con esa visión miope y de corto plazo. Cada peso o dólar invertido en educación, no sólo origina mayor competitividad, sino también una mejor ciudadanía, mayor esperanza de vida, responsabilidad social, etc.