Este jueves 10 de marzo, el Banco de Reservas y el Archivo General de la Nación, y por supuesto la familia Zaglul Zaiter, nos convocan a una actividad que ennoblece a la psicología y psiquiatría dominicanas, poniendo en circulación las Obras Selectas del Dr. Antonio Zaglul (Tomos I y II).
Quizás las nuevas generaciones no tengan una idea muy clara de quien fue el Dr. Zaglul, y más que nada, su obra.
Antonio Zaglul era un hombre muy especial, diría que extraordinariamente especial. Quienes tuvimos la oportunidad de compartir con él en la terraza que daba al patio de su casa, en la cual vivía con su esposa la Dra. Josefina Zaiter y sus hijos (Melanie, Antonio y Miguel), del Sector de Herrera, recordamos aquel hombre alegre, jocoso, con un sentido del humor muchas veces irónico, que nos hacía pensar y reflexionar sobre tantas cuestiones de la idiosincrasia cultural y política dominicana. No había situación social relevante que se les escapara a su juicio y análisis psico-social.
Fueron muchas las ocasiones, cuando visitaba su casa en procura de mi amiga Josefina, para tantas situaciones de la psicología dominicana que nos han unido, que dicha visita terminaba siendo un diálogo (casi un monólogo) con el Dr. Zaglul sobre algún tema de interés social, político o histórico. Sobre el conocido Almirante (del cual nunca mencionaba su nombre) y el Faro que en su honor se construyera, en varias ocasiones los comentarios y sus reflexiones críticas aparecían de manera espontánea. No hay dudas, tenía el don de la palabra, locuaz a más no poder, con la sapiencia de quien conoce profundamente las interioridades del alma dominicana.
Más conocido por muchos jóvenes estudiantes como el autor de “Mis 500 locos”, obra con la cual pone de relieve la concepción y práctica psiquiátrica de la época trujillista en nuestro país, acerca del manejo de los “enfermos mentales”; pero mucho más que eso, con esa obra pretendió “despertar la caridad hacia el enfermo”, pero no aquella “caridad para pordioseros; no la caridad como sublimación de sentimientos de culpabilidad, sino la comprensión hacia la ilógica del enfermo, a los psicológicamente incomprensible del delirante, lo que se necesitaba”. Por otra parte, la lectura de su genial obra “Apuntes” se constituye en una obra de indiscutible valor para todo aquel que quiere comprender la identidad dominicana. Esa suerte de psicología y mundo oculto, donde la tristeza se mezcla con la alegría, donde no hay reparos para reír y gozarse aún en las situaciones límites de la vida: una enfermedad o la propia muerte. Las y los dominicanos aprendimos a reírnos de nosotros mismos, a “bailar nuestras penas” como afirmaba el propio Zaglul. Quizás sea esta la razón, entre otras, que a pesar de las circunstancias históricas que hemos vivido (desvastaciones, tiranías), no abandonamos nuestro sentido del humor, y hasta cierto punto, nuestra salud mental.
La psiquiatría y psicología dominicana renacen de nuevo en la obra del Maestro. No pareciera que hubiera mejor situación histórico – social para que de nuevo nos pusiéramos en contacto con la obra del Dr. Zaglul. Hoy “Apuntes” recobra un nuevo sentido, en una generación que vive el día a día, a veces en el dislate de que en la vida “tó e tó, y ná e´na”. Una juventud que parece buscar un nuevo sentido a su vida, pero que solo lo encuentra en los escaparates de las tiendas de moda, los bares que “aparecen” y “desaparecen” como pompas de jabón, o en las revistas “sociales” o de “sociedad”, donde sólo se ofrece los modelos de una vida pueril y vana. Pero también, en el mundo del Facebook y el Twitter, del bibi y el ifon, que han inaugurado una nueva manera de relacionarse, menos personal, pero constante y “directa”. Un contexto nuevo, marcado por las redes sociales a través del internet, que crea nuevos símbolos y nuevos simbolismos. Quizás serán otros los 500 locos, diferentes, enajenados por la fuerza de una realidad socio – política donde “hay de todo” y “donde todo parece posible”. En esta realidad que hoy vivimos, las reglas de juego no existen, estas cambian todos los días a “mi acomodo”, como dice la gente. No se requiere ya un 28, vivimos inmersos en el 28 del desorden de las calles dominicanas, llenas de yipetas y taxistas que no les importa nada, mucho menos las leyes y normas de tránsito. La señal de PARE significa siga; la luz verde del semáforo, es solo un indicativo de que usted tiene derecho a cruzar la intersección, pero debe tomar precauciones. Que aunque haya un semáforo con luz y funcionando, siempre habrá un Amet para hacer todo lo contrario a lo que el mismo indica; es como para volverse loco. Que un letrero que dice NO PASAJERO, es para que el taxista pernote el día entero: “soy un padre de familia que se la está buscando”. Definitivamente es otro mundo, en el que se maneja el vehículo, sobre todo “las jóvenes”, mirando hacia abajo (claro, hay que bibichear, por encima de todo). Donde el fin de semana ya empieza ¿miércoles? ¿martes? Por supuesto, el lunes es día de descanso. En fin, mundo donde la función pública no es para servir, sino para “servirse”. (Eso no es tan nuevo…).
Pero, Dr. Zaglul, cumpla con su misión otra vez, déjenos sus ideas frescas, y quizás podamos reencontrarnos con nosotros mismos, con la otra identidad: la del que disfruta pero trabaja, la del que goza pero es solidario. Es decir, reencontrarnos en un proyecto de nación que ponga por encima de todo el desarrollo humano de todas y todos los dominicanos, pero también, la felicidad y el decoro.