La educación dominicana ante un gran reto

La educación dominicana presenta una situación caracterizada por avances en algunos
indicadores de eficiencia interna, como de asuntos pendientes tanto en lo referente a logros de aprendizaje de los estudiantes, como en lo relativo a la formación de su personal docente.

El propósito de este trabajo es ofrecer una aproximación analítica a ambos temas, intentando ofrecer reflexiones que permitan tomar decisiones en materia de política
educativa.

 

Eficiencia interna

Es evidente que los niveles de cobertura se han incrementado de manera significativa en
todos los niveles, principalmente en inicial y básica. La tasa neta del nivel
inicial, según el Boletín de Indicadores Estadísticos del MINERD (2010-2011),
para ese año escolar alcanzó a 43.2% de la población de 5 años, sólo
ligeramente mayor (43.9%) en el caso de las niñas. En el nivel básico esta tasa
presenta un porcentaje de 95.0%, presentando los varones la tasa más alta (97.0%).
Es decir, de cada cien niños o niñas en edad escolar, noventa y cinco asiste a
la escuela. Este es un logro importante.

Al observar la tasa bruta, se aprecia el peso relativo de la sobre-edad, pues el porcentaje
de estudiantes que tiene uno o más años que el exigido por el nivel sobrepasa
el cien por ciento (107.3%), siendo los varones quienes presentan la mayor tasa
(111.5%).  En el nivel inicial esta tasa alcanza el 45.6%. Al considerar los niños y niñas menores de 5 años, la tasa de asistencia escolar es de 48.1%.

Es indiscutible que la meta de que todos los niños y niñas en edad escolar asistan a la
escuela, se ha ido alcanzando. La inversión en infraestructura escolar, así
como la formación e integración de personal docente al sistema, ha sido un
hecho que ha rendido sus frutos al respecto.

Este crecimiento cuantitativo, sin embargo, no ha sido correspondido con el
desarrollo de una educación de mayor calidad, y de esta manera, el propio
sistema educativo genera procesos que terminan “excluyendo” a un porcentaje
significativo de estos estudiantes.

El gráfico que sigue  muestra la tendencia de la “curva de exclusión” desde el mismo primer grado del Nivel Básico, que como se aprecia en el segundo grado, bajó a un 80%. Obsérvese que al terminar el 4º del Nivel Medio, en cambio, el porcentaje de asistencia es de un 30% (edad oportuna).  Es decir, en el trayecto del mismo primer grado del nivel básico al 4º del nivel medio, “se van perdiendo” el 70% de los estudiantes.

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También es importante observar que la curva de edad específica (o sobre-edad) se mantiene relativamente alta hasta el sexto grado del Nivel Básico, donde empieza a
descender de manera sistemática, llegando a un 60% en el 4to de Media. Es decir, que como puede observarse, los estudiantes en sobre edad, “son excluidos” del sistema de manera sistemática.

La tasa neta y bruta de culminación de los niveles básico y medio, pone al descubierto el  nivel de eficiencia de nuestro sistema educativo, pues apenas el 30.2% del Nivel Básico y el 18.4%  del Nivel Medio lo hace en la edad requerida, mientras que el 75.5% para el Nivel Básico y el 47.2% del Medio, concluyen los estudios pasada la edad esperada.

En el Distrito Nacional es donde se verifica la mayor tasa de culminación para ambos
niveles (43.5% y 32.1% respectivamente). Elias Piña y Pedernales, en cambio, presentan
las tasas de conclusión más bajas también para ambos niveles (13.8% y 6.7%
respectivamente), sufriendo el mayor peso de la inequidad e ineficiencia del sistema educativo.

La Oficina de Planificación del Ministerio de Educación, apoyados técnicamente por la
Coordinadora Educativa y Cultural Centroamericana (CECC), ha desarrollado un conjunto de indicadores del “fracaso escolar”, que permiten comprender esta situación desde el interior mismo del sistema.

Un indicador importante para comprender la cuestión de la exclusión (y que eufemísticamente llamamos “abandono” o “deserción”) tiene que ver con la tasa de reprobados (repitencia). Esta tasa en los niveles analizados son de 8.8% y 4.7% de manera respectiva. Lo que resulta más curioso son las tasas referidas a los dos primeros grados del Nivel Básico (6.0% y 7.9% respectivamente), a pesar de la normativa de la no
repetición en los mismos. En el Nivel Básico, San José de los Llanos muestra la tasa más alta (17.8%) y en el Nivel Medio Sabana de la Mar (14.3%), ambos casos de la Provincia de San Pedro de Macorís.

Para considerar la importancia de estos datos, tomemos en consideración que la tasa
de repitencia para primaria, en el conjunto para los países de América Latina y el Caribe para el año 2010 fue de casi un 5%, lo que nos coloca ligeramente por encima del mismo. Para el año 2000 la tasa de repitencia de los países de la región había sido 6,8% (1).

La consecuencia inmediata de este proceso de repitencia acumulada es el crecimiento de la tasa de sobre-edad y lo que ella acarrea. En la región, para el año de referencia, esta tasa alcanzó el 9%, llegando incluso en algunos países como Colombia, Brasil y Nicaragua al 21%, según se señala en el mismo documento.

Estudios realizados aportan evidencias del impacto negativo de la repetición  en los procesos de aprendizaje, de manera particular, en los años de inicio de la escolarización y en los aprendizajes: mientras más repite un estudiante menos aprende.

Otro tema importante sobre ese asunto es el que tiene que ver con el costo de la
repitencia, que como se ha señalado en múltiples documentos, representa miles
de millones de dólares. Es decir, que la repitencia se constituye en un fardo complicado que además de disminuir las posibilidades de aprendizajes, aumenta los costos de inversión en educación. Otros países, como es el caso de Finlandia, desarrollan alternativas diferentes como es la de ofrecerles a los estudiantes con mayores dificultades de aprendizajes, opciones de docentes especializados y que trabajan con estos niños, niñas y jóvenes de manera especial, en cursos y secciones paralelas. Además del efecto social y económico, generando empleo a profesionales especializados en estas temáticas.

Es importante acotar, que la mayoría de los y las estudiantes que sufren este problema provienen precisamente de los sectores más empobrecidos, discriminados y excluidos socialmente, lo que supone un “doble pago” por los más pobres.

Para conocer las consecuencias de este proceso de ineficiencia y exclusión de nuestro
sistema educativo, abordaremos lo relativo a los logros de aprendizajes, tomando en consideración múltiples fuentes.

 

Logros de aprendizaje

La medida de los logros de aprendizaje lo tomamos de las evaluaciones disponibles, como son: las Pruebas Nacionales, los estudios nacionales e internacionales en que el país ha participado en los últimos años. Entre estos estudios están: el Estudio del Consorcio de Evaluación e Investigación Educativa (CEIE), el Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (SERCE), el Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana y otros estudios nacionales.

 

Estudio del Consorcio de Evaluación e Investigación Educativa:

El Consorcio CEIE estuvo integrado por las universidades: Albany (Estado de Nueva York),
Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra y el Instituto Tecnológico de Santo Domingo. Este estudio, fue realizado durante los años 2004-2007 a una muestra de 200 escuelas del sector público y privado (centros educativos acreditados). Por sus características, fue un estudio de carácter longitudinal.

De este estudio sólo tomaremos una información, que para el propósito de este trabajo
proporciona la evidencia suficiente de cuanto pretendemos mostrar. Estos datos, que siguen a continuación, hacen referencia a la puntuación promedio obtenida por los estudiantes en cada curso del contenido disciplinar que debían haber aprendido (dominado) en el 4º de básica, es decir, se trata de aquellos contenidos que el currículo oficial del Ministerio de Educación señala que el estudiante debe dominar en ese grado.

La pregunta que se pretendía contestar con ello, fue: ¿cuándo aprenden los y las estudiantes? Este conjunto de contenidos se les preguntó tanto cuando cursaban el 3º como cuando llegaron al 7º del Nivel. Los resultados se muestran en los dos gráficos que siguen.

Cada “caja” representa el grado, la línea media de la caja el valor promedio y las líneas
que se proyectan por encima o por debajo, los valores dispersos. Los valores del eje “y” son los porcentajes de respuesta correctas.

Al trazar la línea imaginaria en el nivel de 0.50, se hace referencia al 50% de respuestas
contestadas correctamente; de ahí que se puede apreciar que, en sentido general y con independencia del estrato (Público Rural, Público Urbano o Privado Acreditado) todavía en el 7º los estudiantes “no dominan” los contenidos de la matemática del 4º. Algunos  estudiantes, de manera dispersa, aparecen estudiantes con dominios mayores a este porcentaje.

El gráfico de referencia muestra otras cuestiones interesantes: en primer lugar, que según avanzan los estudiantes de grado, los del sector público aumentan sus logros de manera sistemática, en menor medida en el caso de los del sector privado acreditado, en que la curva de aprendizaje se hace más plana. En segundo lugar, obsérvese que los promedios en séptimo para los tres grupos son prácticamente iguales, y, en tercer lugar, que los
logros de aprendizaje de los estudiantes “excepcionales”, aquellos que se colocan por encima de la “caja”, son prácticamente iguales en los tres grupos, no sobrepasando el 55% de respuestas correctas. Estos resultados pueden dar pie a la formulación de hipótesis que bien pueden ser estudiadas, para comprender mejor estos procesos.

 

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En el caso de la comprensión lectora se aprecia un mejor desempeño que en matemática, pero en sentido general, aún sigue siendo bajo.

Aunque la casi totalidad de los estudiantes de los centros educativos privados ya en 6º
muestran dominio de la comprensión lectora por encima del 0.50%, es preciso señalar que apenas unos cuantos estudiantes de 7º llegan a dominar más del 80% de las preguntas.

Un aspecto interesante, al comparar ambos gráficos, es que la diferenciación entre los
tres grupos para el caso de la matemática, es mucho menor que el caso de la comprensión lectora. Es decir, el aprendizaje de la matemática es un “problema”
en todas las escuelas, con independencia de su administración pública o privada.

 

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Promedios en las Pruebas Nacionales 2000-2013:

Al observar los promedios de las cuatro pruebas (Lengua Española, Matemática, Ciencias
Sociales y Ciencias de la Naturaleza) en las Pruebas Nacionales 2000-2013, se puede señalar que estos logros no han cambiado significativamente en estos trece años, y ello a pesar de las inversiones que se han hecho en formación y capacitación de docentes, construcción de planteles escolares y adquisición y distribución de materiales didácticos, así como de los aumentos salariales.

 

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Estudios internacionales: PERCE, SERCE e ICCS:

Es de todos conocido que tanto en el Primero como Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo (PERCE-2000 y SERCE-2008) conducido por el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad Educativa (LLECE), OREAL_Unesco, Santiago de Chile, los logros alcanzados por nuestros estudiantes de 3º y 6º del Nivel Básico han sido los más bajos. La Tabla que sigue muestra estos resultados por asignatura, grado y país para el caso del SERCE.

Como es fácil observar, los valores promedios en cada una las asignaturas evaluadas obtenidos por los estudiantes de la muestra en el caso dominicano, es el más bajo en todos los casos.

 

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En este Estudio, además, se puso de relieve que nuestros estudiantes engrosan los niveles más bajos de desempeño. Como puede apreciarse en la tabla que sigue, porcentajes ínfimos de nuestros estudiantes muestran logros del nivel superior o nivel IV (0.13, 0.56, 0.24, 1.39 y 0.03). En cambio, la mayoría de nuestros niños y niñas se sitúan en los niveles 0 y 1, siendo notorio los porcentajes en el tercer grado (90.55% en matemática y 78.11 en lectura de 3º respectivamente). Es preciso señalar que el nivel 0 no había sido contemplado en el diseño del estudio.

 

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En el Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana (ICCS-2010) la mayoría (92%) de los estudiantes de 8º que participaron en el estudio se colocaron entre el Nivel 0 y el 1 de desempeño. La tabla que sigue muestra estos porcentajes. Si sumamos los porcentajes de las dos primeras categorías (Debajo Nivel 1 y Nivel 1) estaríamos hablando del 92% de los estudiantes, en contraposición con el 42% del promedio de los países que participaron en el estudio. Solo un 1% de nuestros estudiantes cae en la categoría más alta (3).

 

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Ahora bien, para tener una mejor comprensión de estos resultados, es necesario analizarlos en función de los diversos factores que pudieran ser favorecedores o no de los mismos.

 

Factores que explican
Se reconoce que son múltiples los factores que explican estos resultados, y que pudiéramos agrupar en tres: las características psico-sociales de los estudiantes, el contexto y la gestión educativa. Es difícil y algo complejo estudiar cómo interactúan estos factores entre ellos mismos. Lo que sí se ha podido establecer es el peso que cada uno de ellos tiene entre los sujetos, las escuelas y los propios países.

Se plantea que la escuela explica entre el 40% y el 49% de la varianza de los logros de aprendizajes, siendo mayor en el caso de la ciencia y de la matemática, que en el caso de la lengua, en la cual la familia y el contexto tienen un mayor peso en su aprendizaje. Para el caso de República Dominicana, el SERCE pudo establecer, al considerar las diferencias socioculturales de los estudiantes, las siguientes variaciones del aprendizaje explicada por la escuela:
• 30% en Lectura
• 40% en Matemática
• 47% en Ciencias

Es decir, que la escuela tiene un mayor peso en el aprendizaje de las ciencias y la matemática que en la Lectura, como se ha señalado. Como se puede inferir de los datos, la escuela, en ningún caso, es responsable del 100% de los aprendizajes, pero sí se puede decir, “que pone la diferencia”, sobre todo en los niños y niñas en contexto de pobreza.

Esta afirmación debe ser analizada con detenimiento, pues en el caso de los niños y niñas de familias “desfavorecidas” social y económicamente, la escuela se constituye en el factor más importante de desarrollo del pensamiento, y con ello, el dominio de la lengua. Varios autores han puesto de relieve esta situación (Braslavsky, Ferreiro, Lerner, Benvenidte, Olson, Castedo, entre otros).

Es importante enfatizar en esto último, pues existen varios estudios de escuelas en contexto de pobrezas, que por las características de su gestión, sus estudiantes alcanzan niveles relativamente altos de logros. Por supuesto, el que “un niño o una niña pobre estudie en una escuela gestionada con eficacia, es una gran oportunidad para aprender”. Por contraposición: “el que un niño o una niña pobre estudie en una escuela pobremente gestionada, su pobreza social de entrada podrá verse incrementada geométricamente”.
En el estudio referido (SERCE), en el caso dominicano se destacaron varios factores asociados a los logros alcanzados por sus estudiantes, como son: la zona de la escuela (urbana o rural), clima escolar, sexo estudiante, la repetición de algún grado escolar por parte del estudiante y la percepción del clima por parte del estudiante. Los datos, por grados y disciplina, son los siguientes:

 

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Los valores negativos deben ser analizados como relaciones inversas respecto a los logros de aprendizaje alcanzados. De esta manera, por ejemplo, el -9.74 obtenido por los estudiantes de las escuelas rurales de Tercero en Lengua Española, debe ser interpretado como su tendencia, en este caso negativa, al compararlos con otros estudiantes de otras zonas.

Todos estos factores pueden y deben ser intervenidos por el sistema educativo de manera diferencial, por ejemplo, en el caso de las escuelas de las zonas más empobrecidas y vulnerables, dotándolas de los mejores maestros y recursos. En todas las escuelas, asegurando climas de escuela y aulas positivos; ejerciendo mayor control en la calidad y eficiencia del sistema, evitando la repetición, entre otras medidas y acciones.

El efecto repetición de curso, es un tema que debe ser analizado, pues a pesar de que existe una normativa vigente que no permite la repetición en los dos primeros grados del Nivel Básico, esta situación continúa produciéndose, tal y como se aprecia en el gráfico que sigue:

 

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Como se observa un porcentaje no despreciable de estudiantes al llegar a 4º del Nivel Básico, arrastra consigo una historia de repetición que puede llegar a ser hasta de 3 años. Esta situación pone de relieve que la repetición per se no basta, depende del sector socioeconómico al que pertenezca el estudiantes.

Por deducción lógica, se pudiera inferir que, si el niño y la niña no desarrollan la competencia lectora, otras competencias (la ciencia y la matemática, por ejemplo) podrán verse seriamente limitadas. Qué decir en el caso de los logros de aprendizajes que podrían ser exhibidos en las evaluaciones y mediciones que se realizan en la escuela y los sistemas educativos, como son los estudios nacionales e internacionales o las Pruebas Nacionales en nuestro caso.

Un factor relevante tiene que ver con la formación y las competencias desarrolladas por los propios docentes, particularmente, los maestros.

Estudio del éxito y el fracaso escolar: Dominio de los contenidos matemáticos por parte del docente como factor de éxito o fracaso escolar en el Primer Ciclo del Nivel Básico en República Dominicana:

En el Estudio Dominio de los contenidos matemáticos por parte del docente, como factor de éxito o fracaso escolar en el Primer Ciclo del Nivel Básico en República Dominicana, realizado en el 2012, se aplicó una prueba de matemática a una muestra de 2,242 docentes (maestros, coordinadores docentes y directores) de lo que debían enseñar en el Primer Ciclo del Nivel Básico, el promedio general obtenido por los estos docentes fue de 59.43 puntos.

Si se analiza este puntaje tomando en consideración las áreas de contenido de la prueba (Numeración y operaciones, geometría, mediciones y recolección, organización y análisis de datos) sus resultados son como sigue:

 

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El sentido general, las cuatro áreas evaluadas muestran porcentajes de rendimiento muy bajos, pero en el caso de la medición, este logro es significativamente bajo.

Si se organizan estos porcentajes o promedios de logros por categorías, esta información también ofrece un panorama detallado algo más complejo. Como se puede apreciar en el gráfico que sigue a continuación, la curva de la distribución de los puntajes, está ligeramente sesgada hacia la izquierda de la clase o categoría de 60,70 puntos, lo que significa que la mayoría de los docentes evaluados (63.3%) obtuvo calificaciones por debajo del punto medio de dicha categoría, es decir, 65 puntos o “puntaje de corte”. Recuérdese que este es el puntaje mínimo para considerar aprobada las asignaturas o el grado en el Nivel Básico. Sólo el 1.18% de estos docentes alcanzó la categoría o clase superior (90,100) acerca del contenido que “enseñar a los niños y niñas de este Primer Ciclo”.

Salvando las diferencias, se puede hacer una inferencia general al comparar los resultados promedios que obtuvieron los niños y niñas en el SERCE en 3º de matemática con el obtenido por los docentes en este estudio: y es que si restamos el promedio de los estudiantes (39.65) del de los docentes (59.43), la diferencia sería ligeramente menor a 20 puntos. Es decir, que los estudiantes “aprendieron” casi un 80% de lo que los maestros mostraron saber. ¿Cuál sería el promedio en el SERCE si el sistema asegurara que sus docentes “dominaran” lo que están llamados a enseñar?

 

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El problema que estos resultados muestran es la “gran crisis” de la formación docente, que a pesar de la inversión que se ha realizado desde principios de los años ´90, no han logrado producir un docente de calidad. “Nadie puede enseñar aquello que no sabe”.
Es por esta razón que la cadena de preguntas al respecto, es pertinente:
¿Qué representan estos datos?
• ¿Lo que nuestros estudiantes aprendieron?
• ¿Lo que nuestros estudiantes aprendieron de lo que nuestros maestros saben?
• ¿Lo que nuestros maestros saben de lo que aprendieron en su formación?
• ¿Lo que aprendieron de lo que sabemos quienes le formamos?
• ¿Lo que sabemos quiénes los formamos?

Todo el sistema educativo está involucrado en estos bajos resultados, y no de manera exclusiva los maestros, sino también de las instituciones de educación superior y sus formadores , así como el sistema de reclutamiento o incorporación al sistema, que no ha hecho más que seguir reproduciendo este proceso de baja calidad docente.

Pero no todo tiene que ver con la formación de los docentes, sino también de las condiciones en que se produce el proceso educativo en nuestras escuelas y aulas.
Sobre esta cuestión hay dos temas, sin pretender señalar que son los únicos importantes, a los que haremos referencia a continuación, y son: el tiempo efectivo de la docencia y el clima que prevalece en el aula y las escuelas.

En el caso del tiempo efectivo hago referencia a dos indicadores importantes, el número de horas dedicados por los maestros a preparar clases levantado por el SERCE y el número de horas impartido de clase, según el estudio de la Gallup.

En el gráfico de la izquierda se puede observar que junto a Guatemala, el tiempo dedicado por los maestros a preparar clases en los grados estudiados (3º y 6º) es de los más bajo de la región. Es preciso señalar, que en ese mismo estudio, incluso, el ausentismo escolar por parte de estudiantes y docentes es significativo.

 

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Según el Estudio de la Gallup (2008) el promedio de tiempo dedicado a clases es de 161 minutos, siendo la tanda matutina la que utiliza mayor tiempo con 179 minutos (2 horas y 59 minutos) mientras que en las escuelas de la tanda vespertina se utilizan 141 minutos (2 horas y 21 minutos). La mayor proporción de escuelas de la tanda matutina (48.7%) emplean de 180 a 209 minutos, es decir de 3 a 3.5 horas dedicadas a las clases;  mientras que en la tanda vespertina la mayor proporción (39.7%) emplea de 2 a 2.5 horas de clases. En general, de un total de 1,216 profesores evaluados, el 37.7% admitió haber faltado alguna vez a clases durante las últimas 4 semanas. Esta proporción es inferior al 47.6% del estudio de la Gallup del 2005 (9.9%).

A los profesores que afirmaron haber faltado alguna vez a clases, se les preguntó cuántas veces había faltado en el último mes. El promedio de días ausentes se incrementó en este estudio (2008) en relación al estudio anterior (2005), pasando de 2.1 días en 2005 a 2.6 en el presente, es decir que en dicho tiempo se ha incrementado en un 25.6% en relación al pasado estudio.  Este incremento puede apreciarse para ambas tandas siendo mayor en la tanda vespertina en donde pasó de 2.1 días de ausencias en el 2005 a 2.8 días en el
2008 (34.8%) y en la tanda matutina pasó de 2.1 en el 2005 a 2.4 días en 2005 (16.2% de incremento).

El otro aspecto a considerar, para poder apreciar mejor los resultados de los aprendizajes de nuestros estudiantes, es el referido al clima escolar. Para tal propósito haremos referencia al Estudio de Prevalencia, Tipología y Causas de la Violencia en los Centros Educativos de Básica y Media de la República Dominicana (2012), nos ofrece la posibilidad de comprender mejor el problema, incluso, de poder tomar medidas de intervención y mejora. Veamos.

El 84.3% de los  estudiantes participantes en el estudio reportaron  que les agrada su
escuela, además, de que la mayoría de los estudiantes cuenta con seis o más amigos en la escuela (53.6%).  A pesar de ello, un porcentaje relativamente alto (33.6%) reportan que han sido acosado durante los últimos 2 meses. La duración del acoso es de una a dos semanas (17.5%). Siendo los acosos del tipo: esparcir rumores y mentiras sobre un estudiante (29.3%),  amenazas o ser forzados a hacer cosas que no querían hacer (24.7%), insultos o gestos sexuales (20.1%), daño a pertenencias o robo de dinero (20.1%),  y golpes, empujones o encierros (20.1%).

Un gran número de estudiantes reconocen haber tomado parte en situaciones de acoso a otro estudiante (30.5%), la mitad de los estudiantes han puesto sobre-nombres a otro estudiante (50%), otros reconocen haber excluido o ignorado a sus compañeros de forma intencional (24.4%), o reconocen haber pegado o empujado a algún compañero de escuela y/o curso (19.5%). Entre los lugares que con más frecuencia acontece este problema son: área de juego y recreación (51.6%) y pasillos (39.9%), e incluso, en la propia clase con el
maestro presente (41.2%).

Al preguntar específicamente sobre violencia, se encontraron los datos que siguen acerca de su tipología: gritos e insultos (24.1%, n = 528), situaciones de golpes (13.6%, n = 296), amenazas o intimidación (7.1%, n = 154) y lanzar objetos o romper pertenecías de un estudiante (6.6%, n = 144). Y el 21.3% de los estudiantes que han presenciado una o dos situaciones de violencia entre estudiantes en el presente año escolar.

Es decir, la dinámica de la escuela se convierte en una reproductora del contexto social y cultural de los y las estudiantes, como también de sus docentes. Es lo que permite entender, que a pesar de toda esta violencia, su escuela les agrada.

Si esta situación la sobreponemos a la cuestión de la formación docente, es más fácil comprender entonces los “históricos” bajos logros de nuestros estudiantes en Pruebas Nacionales, CEIE, PERCE, SERCE, etc.

 

¿Qué hacer?

Esta pregunta nos ha seguido a todos por más de 20 años. Aquella gran iniciativa, que hacia finales de la década de los ´80 se constituyó en uno de los más importantes y primeros intentos de concertación social en torno a la educación, Plan Educativo (organizado por la Asociación de Empresas Industriales de Herrera, el Instituto Tecnológico de Santo Domingo y la Fundación Friedrich Ebert) trajo consigo el llamado “Decálogo Educativo”. Como se recordará en este Decálogo se declaraban los diez aspectos fundamentales a enfrentar como respuesta a los retos que afrontaban la educación entonces:
1. Eliminación total del analfabetismo.
2. Establecimiento del Preescolar obligatorio.
3. Generalización de la educación primaria.
4. Expansión de la educación técnica.
5. Ampliación de la educación secundaria.
6. Reorganización de la educación superior.
7. Revalorización de la profesión de maestro.
8. Mejoramiento de la formación docente.
9. Elevación de la inversión en educación.
10. Ejecución de una campaña nacional de concientización.

Después de casi 23 años, casi todas estas cuestiones siguen siendo “asuntos pendientes en la agenda educativa”.

No podemos ser mezquinos, muchas cosas han cambiado desde entonces. La demanda de formación docente hoy es un tema de primera línea y reclamada desde todos los ámbitos y sectores de la vida nacional; la expansión de la educación inicial y básica es un hecho incontrovertible, la conciencia ciudadana en torno a la educación es un hecho real, contar con mayores recursos de financiamiento igual y como esos, muchos otros temas.
Sin embargo, estamos aún ante un reto muy complejo y que ya en ese decálogo estaba planteado muy claramente: la revalorización de la profesión docente y el mejoramiento de su formación.

Ambos temas han sido el núcleo fundamental de la definición de una educación de calidad desde entonces. ¿Qué ha pasado? Pareciera que perdimos el norte en el proceso de desarrollo de las reformas educativas emprendidas desde inicio de los años ´90, y peor aún, no hay evidencias claras de que en los últimos años los hayamos recuperado. Hoy, incluso, nos avocamos a la ingente tarea de “construir un tercio de las escuelas construidas históricamente”, un esfuerzo inmenso, pero ¿y los maestros de esas mismas escuelas quiénes son, dónde están, con cuáles competencias los estamos formando? Todo ello sin hablar de la dignidad con que debe revestirse la función magisterial.
Durante mucho tiempo en nuestro país, los procesos de reforma han estado marcados por las discontinuidades que los cambios en la dirección política del sistema han acarreado; y la consecuencia es clara, los logros de aprendizajes de nuestros estudiantes, según la serie de Pruebas Nacionales mostrada en este documento, adornada por los resultados de los otros estudios, han seguido inconmovibles. De manera sistemática, nuestros niños, niñas y jóvenes adolescentes, no se desarrollan ni siquiera como lo prescribe el propio currículo dominicano.

Los problemas han sido diagnosticados, los planes, programas y proyectos han sido elaborados, muchos recursos procedentes del presupuesto de la Nación, así como de donaciones y empréstitos de los organismos financieros internacionales han sido invertidos, y las preguntas siguen siendo: ¿a dónde ha ido a parar todos estos esfuerzos y recursos? ¿Qué es lo que no hemos hecho aún? ¿Qué es lo que hemos hecho o estamos haciendo mal, que no debemos seguir haciendo? ¿Cómo asegurar que los procesos de reformas se desarrollen de manera paulatina y sin interrupciones? Es decir, ¿cómo asegurar las continuidades de las políticas?

Un aspecto particular de los procesos de reformas de la educación en la República Dominicana, y que tiene que ver con la necesidad de asegurar la continuidad de las políticas educativas, es el contenido en el Informe sobre las Políticas Nacionales de Educación: República Dominicana de la OCDE (2008), donde se señala de manera muy precisa:

“El contraste entre intenciones ambiciosas y progresistas y la realidad de la implementación durante la década pasada es desolador (“desolador” subrayo). A través del Plan Decenal de 1992, la Ley de Educación 66-97 y numerosas políticas, República Dominicana ha establecido planes que reflejan las prácticas más exitosas de reforma educativa en el mundo. El país efectuó avances en los años 1990, especialmente en el incremento del acceso, pero el avance para mejorar la calidad está paralizado. Diferentes evaluaciones amplias efectuadas por el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, entre otros, han señalado pasos concretos que el país debe dar para seguir adelante. El problema no es la falta de diagnóstico, sino la falta de acción continua.” (Pág. 289)

Lo planteado entonces por la OCDE en su Informe es una cuestión de sentido común, pero en definitiva, en la República Dominicana debemos aprender la lección, no sólo por lo afirmado por ellos en su informe, sino por la misma experiencia acumulada a lo largo de estos años por todos aquellos que hemos participado de estos procesos: “en educación los procesos tienen sus tiempos, y es preciso que entendamos que hay que dar un paso a la vez”.

Siempre hemos querido dar “el gran salto” (quizás todavía “enamorados” por el idealismo de la revolución China), pero que con solo mirar los resultados en los logros de aprendizaje de nuestros estudiantes hay que admitir que estamos aún colocados en la puerta de salida de todo este proceso.

 

Principal reto
Toda nuestra atención debe ser puesta en dos cuestiones básicas: docentes de calidad y reorganización del sistema educativo desde la perspectiva de las escuelas, todo ello en el marco de una “cultura de rendición de cuentas”.

¿Qué significa “docentes de calidad”? ¿Cuál es la realidad del docente dominicano? ¿Cuáles son las posibilidades de cambio? ¿Cuáles los escollos que debemos afrontar? Aunque estas no son las únicas preguntas que debieran formularse sobre este tema, me concentraré, por el momento, en ellas.

Un docente de calidad: Partamos de la idea de que el maestro, de manera particular, y el docente, en sentido general, es un profesional que su título del tercer nivel, lo acredita para enseñar y gestionar procesos educativos en el aula y en la escuela .

La evidencia antes señalada pone en cuestión este supuesto, en sentido general, a nuestros docentes los estudios realizados en su carrera profesional, no parece haberles desarrollado competencias para un ejercicio profesional de alta calidad. Para explicar esta situación se ha planteado que quienes inician la carrera docente viene con serios déficits en su formación básica. Hace apenas unos años, en un estudio realizado en la propia universidad estatal, se ponía de relieve que la mayoría de los estudiantes de la carrera de pedagogía, en relación a la comprensión lectora, apenas alcanzaban un 6º del Nivel Primario. En sentido general, no creo que esta sea una característica solo de quienes estudian la carrera de pedagogía. De todas maneras, la cuestión sería qué hacemos en nuestras universidades para asegurar que quienes completen los estudios pedagógicos alcancen niveles desarrollo aceptable, y puedan hacer un ejercicio profesional de calidad, es decir, dominen lo que deban enseñar y sepan cómo hacerlo.

Estamos muy lejos de cumplir con dicho propósito, sobre todo si tomamos como referencia que de los maestros que participaron en el estudio del Fracaso Escolar, la mayoría (77.5%) tiene un nivel de licenciatura, seguido por los que tienen profesorado (10.16%), y con nivel de maestría y doctorado (3.7% y 0.3% respectivamente).

¿Cómo comprender entonces que de la totalidad de estos profesionales, sólo el 1.18% mostraron dominio igual o superior a 90 puntos sobre la matemática y el 63.3% obtuvo calificaciones por debajo de 65 puntos, sobre aquello que deben enseñar en los primeros grados? Es difícil e imposible enseñar lo que no se sabe y domina.

Con independencia de las razones que se puedan señalar, referidas a los procesos de formación docente, también hay que señalar el tema de la formación docente debe constituirse en una cuestión estratégica de estado. No es posible que las instituciones de educación superior sigan consumiendo grandes sumas de recursos con una formación docente que no llena las expectativas de la escuela hoy día. De manera especial, la Facultad de Educación de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, quien es responsable de más del 60% de los docentes en las escuelas dominicanas. Esta es una cuestión que desborda los intereses particulares de instituciones o personas. Se trata
del profesional que tiene la misión de formar, en los primeros años, a todos los ciudadanos y ciudadanas del país.

Hoy día hay que admitir que, si no hemos fracasado en materia de formación docente, por lo menos no hemos sido capaces de alcanzar las expectativas que nos hemos forjado en los últimos 20 años. Todos estamos de acuerdo que esta es una cuestión vital, y quizás es el momento para que unamos esfuerzos conjuntos para superar esta gran limitación del
sistema educativo dominicano.

Esta situación debe ser abordada con toda la fuerza que el problema demanda. La intervención debe ser sistémica. Hay que asegurar una formación docente de alto nivel. Toda institución de educación superior que quiera formar docentes, debe estar certificada para tal función.

Los estándares de ingreso al sistema educativo deben ser tan altos como la situación lo demanda. No es posible seguir reproduciendo con el ingreso a la carrera docente, una educación de baja calidad. Los planes de acompañamiento también deben ser valorados, intervenidos y mejorados. De la misma manera, los procesos de evaluación del desempeño deben ser radicalmente transformados, no pueden seguir siendo “una oportunidad” para la negociación de un aumento de salario entre un   7% y un 32%. Esta
evaluación debe ser estar orientada hacia la mejora continua y la certificación docente, en una perspectiva de corto, mediano y largo plazo. Sólo de esa manera será posible alcanzar un docente de alto nivel.

Un docente de calidad pone la diferencia aún en una escuela en contexto de pobreza. Un docente de calidad abre puertas y es generador de altas expectativas de desarrollo social. Un docente de baja calidad no hace otra cosa que “multiplicar geométricamente las condiciones de pobreza con que ya el niño y la niña pobre ingresan a la escuela”. Es bajo ése convencimiento que siempre hemos planteado que “no hay peor situación que un
niño o una niña pobre estudie en una escuela pobremente gestionada”.

Si queremos un docente de calidad, hay que transformar los procesos de ingreso, permanencia y salida de la formación inicial, de la misma manera, todo el proceso de ingreso y permanencia en la carrera docente.

Respecto a la formación docente, debemos tener mayor claridad de qué es lo que queremos, cuál es el maestro que hoy requerimos, cuál es el papel de los departamentos de ciencias sociales y de la naturaleza en la formación docente; cuál el de los formadores en las áreas pedagógicas. Estas articulaciones deben ser revisadas, analizadas, ponderadas y articuladas. La formación docente en las áreas disciplinares no puede estar en manos de personas que no dominan dichas disciplinas. Así como se requiere saber
enseñar ciencias o matemáticas, también se requiere conocer dichas disciplinas.

Por último, y respecto a este aspecto, la formación docente es una cuestión que desborda al propio Ministerio de Educación. Un docente de calidad envuelve al Ministerio de Educación, al Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología, al Ministerio de
Cultura, e incluso, al Ministerio de Administración Pública, además de los organismos e instituciones que tienen que ver con los planes estratégicos de desarrollo nacional.

El segundo tema: la reorganización del sistema educativo. Desde hace varios años este ha sido una cuestión discutida y analizada, pero finalmente, poco asumida. Hay quienes
plantean, y no dejan de tener cierta razón, que la escuela pública dominicana fue “abandonada” hace mucho tiempo, y que no parece que a la misma se le esté prestando la debida atención. Los más radicales de esta posición llegan a afirmar que el desinterés público por la escuela pública dominicana viene dado por las condiciones sociales y económicas para quienes se ofrece principalmente sus servicios: los niños, niñas y jóvenes de los sectores más empobrecidos de la sociedad dominicana. Sectores, que a su juicio, no tiene dolientes “verdaderos”.

Desde el Plan de Desarrollo de la Educación Dominicana 2000-2004 se ha venido planteando la necesidad de colocar en el centro de los procesos de reforma a la escuela. Se ha señalado, y con cierta verdad, que el Plan Decenal de Educación 1992-2002
contribuyó con la reforma de muchos procesos en el sistema educativo dominicano, pero que estas se quedaron “muy lejos de la escuela”. Se titularon muchos maestros, pero no se generaron competencias profesionales para el ejercicio de una gestión educativa de calidad, como anteriormente hemos señalado.

La gestión educativa 2004-2008 puso el énfasis en el discurso de la necesidad de convertir
la escuela dominicana en “comunidades de aprendizaje”. En ese mismo período se
desarrollaron esfuerzos importantes para acercar los procesos de transformación
educativa hacia la escuela, de ahí surgió el Modelo de Gestión para la Calidad de los Centros Educativos, considerado éste como una guía, “un ordenador” de la gestión institucional y pedagógica desde una concepción de autonomía,
responsabilidad, particularidad, cambio continuo y comportamiento ético. Hacia
el final de dicho período, se llegó incluso a implementar un proceso de
autoevaluación del desempeño docente apegado a los principios y valores de
dicho Modelo, expresados en sus descriptores e indicadores.

El cambio de gestión quiso asumir el concepto de “escuelas efectivas”, y sin proponérselo lo iniciado desde el Modelo de Gestión, quedó relegado a un segundo plano. Se avanzó en la visión de colocar al centro educativo en la pirámide de jerarquización del sistema, redefiniendo incluso la estructura del mismo como una función de “servicio” a la gestión educativa que en los centros se desarrollaba. Toda la atención, en un segundo momento, se centralizó en el desarrollo de un Modelo Pedagógico (MPCAM), los indicadores de logro y con ello, los textos integrados. Una vez más, se partió del supuesto de que siendo
el texto la guía fundamental del maestro en el aula, era imprescindible entonces contar con un texto, no solo “integrador”, sino que diera detalles y mejores especificaciones sobre lo que había que hacer en el aula (particularmente en los primeros grados). La historia es reciente, y su análisis requerirá una cabeza más fría y objetiva.

Se inició un proceso de “revisión curricular” que ha puesto en manos de las escuelas una
nueva oferta curricular para los grados del primer ciclo de básica, además de una nueva organización escolar de dos niveles de seis años cada uno. Estas propuestas apenas empiezan en su ejecución y habría que esperar el impacto que traerán para la mejora educativa.

Con la nueva gestión de gobierno los temas prioritarios han sido: Jornada Extendida,
construcción de aulas, alfabetización (Programa “Quisqueya Aprende Contigo”), la atención a la primera infancia (Programa “Quisqueya Inicia Contigo”), entre otros. Indiscutiblemente que todas estas acciones son importantes, pero hay que insistir de nuevo, podríamos contar con más aulas, incluso con aulas menos congestionadas, así como con escuelas de jornada extendida, aseguramiento de los libros de textos y otros recursos, y todo ello por supuesto que es importante, pero si no tenemos maestros bien formados, profesionalmente capaces y con ingresos justos, que le permitan una vida personal y profesional digna, es como “no tener nada” o por lo menos “tener muy poco”.

Sin embargo, nada de esto es nuevo, pues desde la fase previa del Plan Decenal de Educación 1992-2002 ya estos temas estaban estudiados, debatidos y consensuados. Es imprescindible asumir una visión y accionar de corto, mediano y largo plazo que pueda desarrollarse de manera continua, sin interrupciones, con el apoyo directo de todas las organizaciones nacionales e internacionales que sean necesarias (gubernamentales y no
gubernamentales),  a fin de que nuestras escuelas, en el tiempo que sea “necesario”, se conviertan en espacios de aprendizaje de alto nivel, en que todos aprendamos, pero de manera especial los niños, niñas y jóvenes que día a día, mes a mes, año tras año, depositan su confianza en todos los que tenemos la responsabilidad de ofrecerles, por ética y por derecho, una educación digna y de calidad.

El sistema educativo en su conjunto debe reorientar sus acciones hacia lograr una escuela pública, y una educación en sentido general, de mayor calidad. La Sede Central, las direcciones regionales y distritales deben centrar su accionar hacia la escuela, el lugar donde finalmente se concretiza todos los planes y proyectos que emanan de las
políticas educativas. Necesitamos escuelas con mayor autonomía, con profesionales de alto nivel académico, centrados y comprometidos en que todos los y las estudiantes aprendan. Las escuelas deben constituirse en la expresión de nuestras aspiraciones de una educación de calidad.

Finalmente, vivimos una nueva época, marcada por grandes cambios en la manera de comprender y actuar ante la realidad. La generación de conocimientos, que anteriormente
podían implicar cientos de años, se producen hoy de manera constante. Y lo que es mejor aún, grandes verdades de antaño, o incluso dogmas que parecían inamovibles, hoy son cuestionados o incluso negados rotundamente. Es un mundo caracterizado por la incertidumbre (Edgard Morin)[1] o el proceso de licuefacción, que bien señala Bauman[2].
Se trata de lo que muchos denominan  la sociedad del conocimiento (y la información), en la cual el desarrollo tecnológico sigue rutas sin precedentes en la historia, prefigurando nuevas maneras de relacionarnos, y por tanto, nuevas maneras de vivir en sociedad, en todos los órdenes: la economía, la política, la cultura, la vida cotidiana en sus
diferentes ámbitos[3].

Esta situación está replanteando la educación en todos sus niveles y ámbitos. En el periódico el País del 25 de septiembre, aparece un artículo titulado: “Tener buenas notas ya no basta para conseguir un buen empleo”. Sus autores, Esther Tejedor y Víctor Barreira recogen informaciones de varios países donde se pone de relieve “que el mundo cambio”,
pero que en educación “parece” que no nos hemos dado cuenta.

El artículo inicia con la siguiente información: “Un grupo de graduados en Derecho en
California (EE UU) demandó hace unos meses a sus universidades por haberles creado falsas expectativas laborales. Tras haber invertido en sus estudios el equivalente a decenas de miles de euros, no lograban encontrar un empleo. El destino para muchos graduados universitarios, tanto allí como en otros muchos países, es dedicarse a doblar ropa en algunos grandes almacenes. “Incluso nuestras mejores escuelas están fracasando a la hora de preparar a los estudiantes para el siglo XXI”, admite Tony Wagner, experto en educación de la Universidad de Harvard.”

 “El número dos de recursos humanos del gigante tecnológico Google (señala el artículo referido), el rumano Laszlo Bock, declaró recientemente que el expediente académico “ha dejado de importar”. Según este ejecutivo, no hay correlación entre las notas obtenidas y el posterior rendimiento profesional.”

La educación dominicana está ante un reto muy complicado y complejo, pues tiene que afrontar los déficits acumulados por décadas, al mismo tiempo que responder a las nuevas y grandes demandas de la llamada “sociedad del conocimiento”. Todo el esfuerzo que hagamos hoy debe centrarse en dar el salto hacia un “nuevo maestro para una nueva escuela”. La formación docente es una cuestión estratégica a la que debemos prestar una
mayor y mejor atención. No es la función, ni la tarea de un solo organismo del Estado, más bien debería ser la preocupación y la ocupación de todo el Estado, la sociedad civil y la sociedad dominicana en general.

El Pacto por la Educación que hoy nos ocupa, puede llegar a constituirse en una oportunidad para lograr tales propósitos, pero solo a condición de que el mismo sea la expresión del conjunto de la sociedad y la nación dominicana: en sus instituciones y ciudadanos; pero centrado en lo fundamental: un docente formado como la mejor  garantía de que todas las demás acciones que se puedan emprender alcancen sus propósitos.

 

 

 

 Referencias:

[1] Morin, Edgard. Los Siete Saberes de la Educación.

 [2] Bauman, Zygmunt. (2004) Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.
Argentina.

 [3] Pero seguimos pensando con la lógica de un mundo que ya no existe. Parece que
nos encontramos inmersos en algún tipo de “Reacciones circulares primarias”
propias de los niños durante la etapa sensoriomotora, que sigue actuando con lo
conocido o lo que está acostumbrado a hacer, a pesar de que para el observador, es evidente que esas acciones son totalmente infructuosas con las nuevas situaciones que se están presentando. (Una reflexión importante de Dinorah de Lima).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Referencias:

1) UNESCO (2012). Situación Educativa de América Latina y el Caribe. Hacia
unaeducación para todos 2015. Santiago de Chile. Recuperado en 6 de
septiembre de2013. http://www.orealc.cl/educacionpost2015/wp-content/blogs.dir/19/files_mf/efainformefinaldef57.pdf

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El tema de debate: maestros de calidad para una escuela de calidad.

Una ojeada a la realidad:

La declaración del Presidente de la República Dominicana, Lic. Danilo Medina Sánchez, de traer maestros de fuera (específicamente de España) que puedan contribuir con la mejora de la formación de los maestros dominicanos, o incluso, llenar plazas en las áreas de la lengua española, la matemática y las ciencias de la naturaleza, no es un tema nuevo, ya antes se planteó como alternativa importar maestros para a corto plazo afrontar el problema de la calidad de la enseñanza.

El Presidente de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) le salió al frente a estas declaraciones argumentando que República Dominicana tiene maestros suficientes y de calidad. Con honestidad, no esperaba una reacción diferente por parte del maestro Eduardo Hidalgo.

El Sistema Educativo Dominicano cuenta con aproximadamente 2.0 millones de estudiantes y unos 70 mil maestros, lo que nos da una relación de alrededor de 28 alumnos por maestros. Si las cosas las tomamos solo desde esta perspectiva, parecería que fuera cierto, tenemos maestros suficientes, en el supuesto de que 28 a 1 fuera una buena relación. Estos números no cambiarían mucho, a pesar de los alrededor de 20 mil estudiantes que cursan la carrera docente en las diferentes universidades del país, pues el crecimiento de la población sigue siendo una constante, además de que la cobertura se hace mayor en los diferentes niveles del sistema.

El tema, sin embargo, no es tan simple. Es un hecho real que los maestros formados en las áreas de las ciencias de la naturaleza y la matemática, no abundan. Es más, áreas específicas de biología, física y química, son un dolor de cabeza, cuando los directores de escuelas hacen la programación anual del Nivel Medio. No olvido varias situaciones en la que de manera personal he participado, y cuyo tema de debate es la programación de las asignaturas semestrales. Y es que no se puede presuponer necesariamente que el que es profesor de matemática puede enseñar física, o que el que es biólogo domina la química. Por lo demás, maestros formados en esta disciplina no abundan mucho, y lo que sí tenemos son pedagogos que “aprendieron” didáctica de las ciencias, pero no es lo mismo. No es solo enseñar matemática, física, química o biología, lo que se necesita, sino también personas que dominen la ciencia. En estos días salió la información en uno de los periódicos matutinos, que a los estudiantes dominicanos no les gustas las ciencias. Pienso que una de las limitaciones se debe a la enseñanza de las mismas, que no permite que el estudiante descubra su importancia. Por lo demás, el conocimiento científico en sentido general, se desarrolla hoy a velocidades antes no vistas, impresionantes, lo que hace que el tema deba ser tratado con cierto detenimiento. La enseñanza de las ciencias, en sentido general, es muy importante en la formación del pensamiento lógico y analítico de los estudiantes. No reduzcamos el tema a la cuestión política.

Es cierto que de pronto traer maestros de otros contextos puede generar situaciones “inesperadas”, incluso como la acabamos de comentar. Aunque el conocimiento científico es de carácter universal, no así, necesariamente, la relación que se establece entre maestros y alumnos, la cual es permeada por la cultura. Lo que no significa tampoco, que sea imposible que un maestro de otro contexto cultural o país, no pueda establecer una relación positiva en el proceso enseñanza – aprendizaje. Pienso que son muchas las experiencias al respecto.

Maestros de calidad es un tema importante, para mí, es el tema y el reto más importante que enfrenta la educación dominicana, y que a pesar de todas las acciones encaminadas desde principio de la década de los años 90 por el órgano rector del sistema, y por las Instituciones de Educación Superior incluso, todavía hoy en ese aspecto, tenemos grandes debilidades.

El mayor y mejor indicador de esta realidad tiene que ver con los bajos logros de aprendizaje de nuestros estudiantes en las evaluaciones nacionales e internacionales. Los estudios PERCE y SERCE (Primer y Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo desarrollado por el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad Educativa – LLECE -, así como el Estudio de Educación Cívica y Ciudadana (ICCS), el estudio longitudinal del Consorcio de Evaluación e Investigación Educativa (CEIE) realizado por Albany University, Instituto Tecnológico de Santo Domingo y Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra; Pruebas Nacionales y otros estudios, lo han puesto de relieve. En el caso del SERCE y el del CEIE se nos ofrecen dos evidencias de estos bajos logros, que son como para “preocuparse sobremanera”. En el caso del primero, realizado en el 2006 y sus resultados conocidos en el 2008, pone de relieve el alto porcentaje de nuestros estudiantes que en el 3º del Nivel Básico no dominaron los temas más básicos y elementales de la prueba de matemática (más del 30%), engrosando un Nivel de Desempeño 0 no previsto originalmente en este estudio. En el caso del CEIE, estudio realizado entre el 2003-2007 (estudio longitudinal), al incluir en las pruebas que les fueron aplicadas a los mismos estudiantes durante esos cuatro años, según avanzaban de curso, aquellos temas que ya debían dominar en el 4º del Nivel Básico, todavía en 7º de ese mismo Nivel, los logros eran muy bajos, incluyendo los del sector público como del privado. Es decir, que los estudiantes avanzaban dentro del Nivel pero sin dominar gran parte de los temas previstos en comprensión lectora y matemática del cuarto grado.

 

Factores asociados:

Aunque por mucho tiempo se decía que las condiciones de pobrezas eran el factor privilegiado, cuando se trataba de explicar los logros de aprendizajes, asumiendo una especie de fatalismo socio-económico; hoy sin embargo, sin obviar la importancia que este factor tiene, se ha podido analizar y explicar la variabilidad de estos logros a pesar de estas condiciones sociales. De no ser así, sería imposible explicar entonces procesos educativos de alto nivel de eficacia en determinadas escuelas, a pesar de la situación de pobreza de su entorno y de los sujetos que acuden a ellas.

El SERCE puso de relieve el peso, que en la explicación de esos logros, tienen los factores personales y del contexto, así como aquellos que tienen que ver con la escuela (la gestión institucional), como lo que ocurre en el aula (gestión pedagógica). Si bien el mayor peso sigue estando en los factores del entorno, no hay dudas de que los procesos de gestión institucional y pedagógica, terminan haciendo la diferencia, es decir, que es una gran oportunidad que un niño (a) pobre estudie en una escuela ricamente gestionada, por el contrario, que un niño (a) pobre estudie en una escuela pobremente gestionada hace que la realidad de pobreza de estos estudiantes crezca no solo matemáticamente, sino geométricamente. Esto pone de relieve la importancia que tiene para la población pobre contar con escuelas donde sus hijos e hijas aprendan, desarrollando sus potencialidades.

Lógicamente hay que evitar caer en la ingenuidad de finalmente pretender justificar la realidad de pobreza y exclusión, ofreciendo entonces “escuelas de calidad”. Desde la perspectiva del Modelo de Gestión para la Calidad de los Centros Educativos, el derecho a una vida digna y justa, es una cuestión irrenunciable, al mismo tiempo que ofrecer una educación de calidad para los tantos niños, niñas y jóvenes adolescentes que acuden a la mayoría de nuestras escuelas.

 

Estudio del éxito y el fracaso escolar:

Recientemente, y en el marco de la Coordinadora Educativa y Cultural Centroamericana (CECC), se realizó un nuevo estudio (2011-2012) el cual se propuso encontrar explicaciones acerca del éxito o el fracaso escolar, desde la perspectiva de los procesos educativos. En centros educativos públicos del Nivel Básico, con más de 500 estudiantes en la zona urbana y más de 200 en la rural, con niveles desiguales de fracaso escolar, a partir de los indicadores de repitencia, sobre-edad y abandono, se estudiaron el grado de comprensión e integración al aula del enfoque curricular respecto a la enseñanza de la lectoescritura y el nivel de dominio de los contenidos de las matemáticas que los maestros enseñan. Participaron 2,244 docentes (179 acompañantes de la práctica de aula y 2,065 maestros y maestras) de 1º a 4º del Nivel Básico.

Los hallazgos de este estudio son relevantes a fin de plantear soluciones al problema de los bajos logros de nuestros estudiantes. En primer lugar, en el caso del grado de comprensión e integración del enfoque curricular en el proceso de enseñanza se pudo constatar que un porcentaje relativamente bajo (14.76% presenta un nivel medio de dominio del enfoque constructivista, mientras el 85.20% de la muestra se ubica en el nivel más bajo de dominio. Una sola maestra de zona rural presentó un dominio alto, alcanzado sólo por especialistas) de maestros han comprendido y ponen en práctica en el aula lo planteado por el currículo; en el caso de la matemática los hallazgos fueron que rendimiento promedio de los docentes en la prueba fue de 59.43 puntos, con una desviación estándar de 16.60. El tema en el cual los docentes obtuvieron el mayor puntaje fue geometría (65 puntos) y el menor en mediciones (45 puntos). Es bueno recordar que estas calificaciones incluso están por debajo del puntaje de corte, es decir, el puntaje criterio con lo que un o una estudiante del Nivel Básico aprueba la asignatura y el curso, es decir, 65 puntos.

No es posible poner el dedo solo sobre la llaga del docente, pues el mismo por razones sociales y económicas, ha tenido importantes obstáculos en su desarrollo profesional. En sentido general, viene de los sectores más pobres de la población, y por tanto, con deudas educativas acumuladas en su paso por la escuela misma. La universidad lo admitió, y en ella, a pesar de estos déficits completó sus estudios magisteriales. Desde hace un tiempo a esta parte, entró al sistema educativo mediante concurso, lo que entonces significó su incorporación a la escuela como docente, aún a pesar de las limitaciones anteriores. Todo ello es un círculo vicioso y pernicioso que no hace otra cosa que imposibilitar a la escuela dar un salto significativo para ofrecer una educación de calidad.

 

Reflexionemos entonces, para poder actuar mejor:

Decir que tenemos todos los maestros que necesitamos y que estos son de calidad, es algo que debe ser mejor ponderado y sustentado. Encontrar en la importación de maestros la solución o una alternativa posible de solución a la precariedad en que se desenvuelve la escuela pública dominicana, también debe ser analizado con cautela.

Lo primero que debemos reconocer, y con la actitud más humilde posible, es que a pesar de las reformas y la inversión realizada en educación en los últimos 20 años, el problema principal sigue estando pendiente: los aprendizajes de nuestros estudiantes son precarios.

No se trata de hacerse un haraquiri, aunque si tener muy claro, que por razones de ética y de derecho, nuestros niños, niñas y jóvenes adolescentes demandan y esperan que les ofrezcamos una educación de calidad, vale decir, una educación que les permita salir de su condición de pobreza por razones de su desarrollo personal.

En nuestro país, todos tenemos responsabilidades frente a este problema y nadie puede hacer mutis irresponsablemente. Ni el Estado Dominicano, ni sus gobiernos en los últimos 40 años, pero tampoco la sociedad en general han tenido la educación pública como una prioridad nacional. La escuela pública es pobre, no solo por la baja inversión que ha recibido, sino también por una gestión educativa ineficiente e ineficaz en todos los niveles y ámbitos. Y es más aún, por el desinterés y la baja valoración, que como sociedad, le damos a la educación. Invertimos personal y familiarmente posiblemente más dinero en telefonía que en formación personal. En algunas de nuestras instituciones de educación superior, los estudiantes con más bajas calificaciones promedios en el bachillerato, la mandaban a estudiar educación.

Las soluciones mágicas no existen, pero la falta de humildad y de reconocimiento que estamos muy mal, tampoco debe ser postura. La historia de la inversión en educación, no solo respecto al PIB y la baja inversión por alumno está ahí, como también que somos uno de los países, que en la región, tenemos el mayor nivel de ausentismo escolar por parte de los estudiantes y los maestros, así como de los menores cumplimiento con el horario y la jornada escolar, según puso de relieve el propio SERCE. Estos datos fueron ofrecidos por el propio alumno, el maestro y los directivos de los centros educativos.

Este conjunto de situaciones ha generado un círculo pernicioso en el ámbito educativo. No es posible seguir trillando el mismo camino ya antes recorrido. Quizás es que seguimos haciéndonos las mismas preguntas, bajo los mismos presupuestos, y por tanto, las respuestas siguen siendo las mismas. Es posible que tengamos que cambiar de perspectivas y hacernos las preguntas de otra manera. Ese es el valor que veo en tomar como referencia  las experiencias de otros países, que casi en los mismos 40 años que nosotros, han podido transformarse, transformando sus sistemas educativos. Es el caso de Singapur, Corea, Finlandia, Shanghai (Provincia de China), entre otros. No se trata de copiar soluciones, pero si aprender de ellos cómo enfrentaron y resolvieron, o están resolviendo esos mismos problemas.

Podríamos prescindir de muchas cosas en el sistema educativo, pero de docentes con calificaciones profesionales para el ejercicio de la enseñanza, resulta imposible. La irresponsabilidad con que hemos asumido históricamente la formación docente, no puede ni debe continuar. A quien se le puede ocurrir que en tres años es posible formar un maestro (a) de alto nivel profesional, mucho menos dos o tres días a la semana, y en el peor de los casos, los fines de semana. La mayor responsabilidad no es de las universidades, sino de un estado indolente que ha mirado hacia otro lado, sin dar muestra de pretender cambiar ese estado de cosas, o por lo menos, de prestarle toda la atención necesaria al tema de la formación docente. Este tema no es solo del Ministerio de Educación, ni del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología. Estos órganos, por sí solos, no pueden afrontar la complejidad del tema que nos ocupa, pues las soluciones reales en este tema, no son ni podrán ser graciosas, pues los intereses del mismo están por encima de las posibilidades de ambos órganos. Los intereses particulares no pueden estar por encima de los intereses nacionales. Por esta mala jerarquización de valores, es que nos encontramos en la situación que aquí se analiza.

El Ing. Ramón Flores decía hace pocos días, la escuela pública dominicana es para los pobres, pues ni los que tienen más o menos recursos financieros envían a sus hijos a ella, como tampoco los funcionarios, sindicalistas y muchos maestros, tampoco lo hacen. Por tanto, a nadie hasta ahora le ha importado la escuela pública, pues a ella sólo acuden los más pobres, que no tienen otra alternativa. Quizás resulte incómoda la reflexión del Ing. Flores, pero que esta sea una realidad palpable, es difícil negar.

Aboquémonos pues, en una actitud más humilde a reconocer que no estamos bien, y que todos tenemos una cuota de responsabilidad en ello. Que es necesario dejar de lado los intereses personales y/o corporativos. Que la solución no es mágica, ni a corto plazo, pero tampoco se puede argüir que solo aumentando el salario de los docentes  -cuestión esta que es indiscutible por razones de dignidad, decoro y valoración social de la función docente-  resolverá este tema, y muchos menos debemos seguir esperando que el maná nos llegue del cielo. Tendrán que buscarse soluciones a corto, mediano y largo plazo.

Ante la necesidad urgente de docentes de mayor calidad:

  1. Es posible que la colaboración de países interesados pueda suplir algunas de nuestras carencias (esta es una cuestión de corto y mediano plazo).
  2. Es necesario restructurar todo lo relativo a las estrategias de formación docente, empezando con el Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña y la propia Universidad Autónoma de Santo Domingo. Por supuesto toda institución que se interese en la formación docente deberá cumplir con los criterios que se establezcan. En este marco sugiero que la acreditación de la formación docente, empiece por el de las instituciones de formación.
  3. Crear un sistema continuo de evaluación del desempeño para la mejora de la gestión es una necesidad urgente, pero no debe estar vinculada a aplicación de incentivo salarial, pues termina siendo una negociación de partes. Este sistema debe ofrecer retroalimentación continua sobre la gestión docente y vincularse con las estrategias de formación permanente.
  4. La dignidad magisterial, además de mejorar el salario del maestro de hoy, es también un incentivo para aquellos que se interesen en la carrera docente en el futuro próximo. Si se quieren maestros de calidad, deben posibilitarse condiciones de vida digna y honorable que cambie radicalmente la imagen del o la docente dominicana.

El tema de la educación dominicana debe estar en la agenda permanente del estado dominicano, de su comisión de desarrollo, del Senado y de la Cámara de Diputados, en fin, de la sociedad toda. Para alcanzar las metas propuestas en la Estrategia Nacional de Desarrollo se requieren ciudadanos y ciudadanas con mayores niveles de desarrollo y conciencia social. En el recién pasado III Congreso Internacional IDEICE 2012 terminábamos nuestras Palabras de Clausura señalando: necesitamos un nuevo maestro para una nueva escuela, y esta es una responsabilidad no sólo del MINERD sino de toda la sociedad y el estado, e incluso, del propio maestro.

La imagen del “pobre” maestro debe ser transformada radicalmente por la imagen del profesional de la enseñanza, con altas competencias sociales y personales, para realizar con efectividad y eficiencia las funciones que toda la sociedad deposita en ellas y en ellos.

Sobre la inversión en educación y otros temas.

Como otras muchas personas, leímos la noticia de que el Consejo Nacional de Educación, en su sesión ordinaria (14 de septiembre de 2011), aprobó un presupuesto de 4.09 del PIB  para el año 2012. Dicha solicitud se sitúa 0.09 por encima a la oferta de los candidatos a las elecciones presidenciales del próximo año. El 4.09% del PIB es lo consignado, en la inversión pública en educación, en el Plan Decenal 2008-2018.  De aprobarse dicha solicitud, imaginamos que estos mismos candidatos tendrán que comprometerse entonces al cumplimiento del 4.10 (2013-2014); 4.29% (2014-2015); 4.53% (2015-2016); 4.74% (2016-2017). Quizás esta decisión debería llevar a una revisión de la Ley General de Educación 66´97, en su Art. 197, tanto en lo que concierne al monto, como en el procedimiento que debe seguirse, que no es solo ajustar a partir de la inflación, sino que se tome en consideración los planes que el sector educativo se da o define.

No hay dudas de que el tema de la inversión en educación se ha constituido en parte fundamental de la agenda nacional. Hay quienes agregan al tema del 4% del PIB, lo relativo a la eficiencia de la inversión. Este argumento no es nada despreciable, pues aunque es importante hacer mayores inversiones en educación, también lo es ser eficientes en la inversión.

Recientemente el Ministerio de Educación de España ha dado a conocer el informe Panorama de la educación: indicadores de la OCDE 2011, y en dicho Informe pone de relieve la importancia de una inversión sostenida en educación, cuyos beneficios se ponen de manifiesto en las propias personas como en la sociedad misma. Según se señala en este Informe, en España la rentabilidad pública y privada por euro invertido ha sido alta, por ejemplo por cada euro que se invierte en Educación Secundaria Superior se obtienen 3,9 euros, cifra similar a la OCDE, según señala el Informe. Además, agrega, a más titulación menos desempleo, a más titulación más salario y a más titulación mayor  rentabilidad pública y privada.

Una cuestión interesante, y que aparece en una nota de prensa del Ministerio de Educación de España, es que “en España se han reducido muy notablemente las diferencias de partida respecto a la OCDE, que eran muy elevadas hace algunas décadas, siendo el país que ha experimentado una mejoría más notable después de Corea.

En el periódico El País del miércoles 14 de septiembre de 2011, aparece un artículo bajo la firma de J. Padres y J.A. Aunión con un título muy cuestionador: “Más horas de clase no aseguran el éxito escolar: Profesores y alumnos pasan más tiempo en el aula en España que en otros países. Pero los resultados no brillan. ¿Qué falla?”.

Al tema de mayores recursos se le suma el de una mayor eficiencia en la inversión de los mismos. En ese mismo artículo se afirma: “¿Qué es lo que falla? En plena polémica por los recursos que se destinan a educación –los profesores de varias comunidades se han rebelado contra los recortes-, el informe vuelve a introducir complejidad al debate: no se trata solamente de cuántos profesores haya ni cuántas clases de los alumnos, sino de qué se enseña, cómo y a qué edad, y qué apoyo reciben los alumnos”. Más adelante Padres y Aunión agregan: “El informe de la OCDE demuestra que el éxito escolar no pasa necesariamente por someter al alumnado a horarios interminables (1.050 horas anuales para un estudiante español de 15 años, frente a las 856 de un chico de la misma edad en Finlandia, el país de referencia de éxito en el Informe Pisa y la OCDE). Los profesores españoles de primaria (de 6 a 12 años) dedican 880 horas al año a dar clase, 101 más que la media de la OCDE, y los de secundaria, 37 más. Y los alumnos tienen más clases obligatorias: 126 horas más en primaria y 148 más en secundaria. Además, la media de estudiantes por clase en los centros públicos, 19,8,  es más baja que la de la OCDE, que asciende a 21,4. En el caso de los centros privados ocurre lo contrario: 24,5 en España frente a los 20,5 de la OCDE. Y por último, los profesores también cobran más, unos 8,300 euros más al año en primaria, y 10,500 más en secundaria.”

Cuando se trata de la razón de ser, la naturaleza y los fines de la educación, el tema se hace complejo. Ya anteriormente, y a propósito de los bajos logros alcanzados por nuestros estudiantes en las evaluaciones y los estudios nacionales e internacionales, hemos planteado las siguientes preguntas: ¿Qué es lo que no estamos haciendo bien y debemos transformarlo? ¿Qué es lo que estamos haciendo mal y deberíamos no seguir haciendo?

Nuestro sistema educativo ha adolecido de debilidades internas y amenazas externas que mellan su eficiencia; entre las debilidades se pueden citar: imagen, condición social y formación inicial de maestros y docentes muy pobre y deficiente; directivos  y maestros de centros educativos con una pobre conciencia y competencia de su gestión educativa; discontinuidad de las políticas y un excesivo “personalismo” en quienes han dirigido el sistema; organización de la estructura y de los procesos ineficientes. Entre las amenazas: una histórica baja inversión; incidencia excesiva de intereses “no esencialmente educativos”; incorporación de un porcentaje alto de niños y niñas al trabajo remunerativo fuera del hogar que riñe con los procesos de aprendizaje.

Quizás es tiempo que pongamos mayor atención a los aspectos más esenciales qué se enseña, quien enseña, cómo y a qué edad, y qué apoyo reciben los alumnos.

Conocí de la estructura organizativa del sistema educativo finlandés, me llamó poderosamente la atención dos cosas: la organización del nivel básico no se hace con criterios administrativos sino esencialmente pedagógicos: no hay primero, segundo, tercer curso, etc; sí se tiene muy claro qué debe aprender un niño o niña a los 6, 7, 8… y demás años.  Por otra parte, para llegar a ser maestro o maestra dentro de su sistema educativo, el proceso es complejo: el aspirante debe tener calificaciones promedios del nivel secundario igual o mayor de 90 puntos (el mejor es quien debe formarse como maestro); puedes terminar la formación académica universitaria, pero igual es sometido a evaluaciones de competencias; por ejemplo, para el nivel básico se requiere que la persona tenga dominios altos de la lengua, la matemática, comunicación efectiva y artes. Además  otras curiosidades: se ingresa a los 6 o 7 años, según la familia lo decida; la educación básica está concebida para que los niños y niñas aprendan jugando, así lo lúdico se constituye en uno de los ejes vertebrales de la educación básica; la lengua y la matemática se constituyen en las herramientas necesarias para la comunicación y el aprendizaje, y el número de horas es variable según las necesidades de cada niño o niña, o del grupo; los niños y niñas avanzan a su ritmo y las evaluaciones se emplean para dar seguimiento al proceso de desarrollo de cada uno, no para decidir si se aprueba o no.

Definitivamente que debemos hacernos muchas preguntas, y quizás aun reconociendo las diferencias contextuales de ése u otro país, aprender de quienes son considerados los que más han avanzado en los últimos años en educación, no replicando lo que han hecho, pero sí conociendo a fondo lo que está detrás de lo que han hecho, y que les ha dado muy buenos resultados. Estamos en un buen momento donde el currículo de nuevo se constituirá en objeto de estudio, debate y decisión. Despojémonos de la creencia de que todo lo sabemos y que no tenemos que aprender de otros. Los veinte últimos años nos dicen que parece que no todo lo sabemos, y que posiblemente no tenemos respuestas claras, precisas y pertinentes a todos los temas que se plantean en educación. Quizás una dosis de humildad es necesaria, por no decir un mea culpa colectivo.

La sociedad dominicana debe estar mayormente empoderada de la educación y de la escuela, exigiendo no sólo mayor presupuesto, sino también mayor eficiencia y cumplimiento con las funciones, las tareas y los compromisos que esto supone. La escuela dominicana no puede seguir atrapada en la mediocridad de los procesos que se gestan en ella, como tampoco de los intereses que la subsumen. Tiene que liberarse de todo ello bajo la consigna de que una educación de calidad no sólo es una cuestión derecho, sino también de ética: no hay peor situación que un niño o una niña pobre  estudie en una escuela pobremente gestionada.