Libros de textos, gestión pedagógica y formación de maestros…

Todos los años, cuando se va a iniciar el año escolar un tema surge con fuerza mediática: los libros de textos escolares. Y hay una fuerte razón para ello, los precios a los cuales han llegado estos es escandalosa.  Para una familia de clase media, preparar a sus hijos para el inicio de año escolar, es una inversión apreciable.

Que detrás de los libros de textos hay un gran negocio, no es nuevo y es obvio. Quienes se dedican a esta actividad lo hacen para producir dinero. Quizás ha faltado un tratamiento especial por parte del Estado en esta actividad, a fin de que la producción de este recurso no se convierta en el dolor de cabeza de todos los años.

Hay sectores que han levantado la bandera del texto electrónico, que sin duda ha ido creciendo su uso de manera significativa, con la ventaja para los estudiantes de que esta herramienta es «como si fuera parte de su cultura».

Ahora bien, en torno al libro de texto el mayor problema no es el que tiene que ver con su precio, sino con su uso. Quienes hemos tenido la oportunidad de acercarnos al aula dominicana con la mirada del evaluador o investigador, siempre hemos planteado una gran debilidad: el libro se ha constituido en la herramienta por excelencia de los procesos de aula; más todavía, el libro fuera el currículo. El maestro y la maestra, en sentido general, limita su gestión pedagógica a seguir las indicaciones del texto. Y en esta situación hay dos aspectos complicados: el primero es, que un libro de texto por sí solo, no recoge todas indicaciones metodológicas sugeridas por el currículo y que son necesarias para propiciar procesos de aprendizaje en cada uno de los y las estudiantes. El libro, a lo sumo, es una guía, pero no es el currículo. En ocasiones, por razones de producción y edición, el libro presenta limitaciones en el abordaje de los contenidos, saltos en dichos contenidos, atrasos respecto al desarrollo del conocimiento científico en algunos tema (sobre todo en lo que respecta a la ciencia de la naturaleza) y en el peor de los casos, visiones sesgadas de algunos temas o incongruencias, propias de la concepción ideológica de quien lo produce (esto se puede apreciar particularmente en lo que respecta a las ciencias sociales), además de errores en la manera cómo se organizan los contenidos a partir de cómo aprenden los sujetos, en sus diferentes etapas de desarrollo. El decir, el libro no puede ni debe constituirse en la única herramienta de trabajo del aula. Un buen libro, a lo sumo, es una buena oportunidad para generar procesos de aprendizaje de determinado tipo, no de todo lo que implica aprender. Lo segundo es, cómo se hace uso del texto en el aula. En la mayoría de las situaciones de aula, el libro de texto se convierte en la única fuente de información, con el agravante de que su uso sólo propicia procesos de aprendizaje memorísticos. El estudiante se ve en la necesidad de aprenderse la lección para repetirla en el caso de que se le pregunte al respecto. De esta manera, la finalidad de desarrollar competencias lectoras críticas y analíticas, desarrolladoras de procesos construcción de conocimientos, termina siendo una actividad fallida. Muchos docentes no saben otra estrategia que poner a los estudiantes a repetir lo que aparece en el texto.

Ambos aspectos nos conducen al tema de la gestión pedagógica en el aula. ¿Cuáles son las características fundamentales de este proceso en el aula dominicana? En un estudio realizado por Ancell Scheker acerca de estas características encontró lo siguiente:

  • Los propósitos del proceso educativo, no son comunicados a los estudiantes, sus familias, como tampoco aparecen explícitos en la acción pedagógica del aula.
  • Los contenidos curriculares no son asumidos por los maestros, ni en el discurso ni en la práctica.
  • Las estrategias de enseñanza son principalmente memorísticas y rutinarias.
  • La planificación se realiza de forma asistemática y discontinua; y en muchas ocasiones se hace sólo como cumplimiento formal a las instancias de supervisión.
  • La pizarra continúa siendo el principal recurso empleado en el aula.
  • Y en la evaluación prima la medición de los conocimientos, y no su valoración o caracterización.

 Estas evidencias ponen al descubierto la naturaleza y características de los procesos pedagógicos de aula, que priman en muchas de nuestras escuelas. Por esa razón, cuando nuestro estudiante se ve ante una evaluación internacional en la que debe mostrar altas competencias de comprensión lectora y/o aplicación de conocimientos en la resolución de problemas, así como capacidad para producir, de manera coherente, un texto escrito, el mismo presenta niveles de logros muy bajos. Han sido los casos del Primer y Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad Educativa: OREAL/Unesco (PERCE 2000 y SERCE 2008), como también del Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana (ICCS 2010).

¿Se trata solo de una cuestión de gestión pedagógica? ¿Es que el maestro no cuenta con las herramientas didácticas para la enseñanza?

En un estudio realizado por el Instituto Dominicano de Evaluación e Investigación de la Calidad Educativa (IDEICE) en el 2012, en el marco de la Coordinadora Educativa y Cultural Centroamericana (CECC), en el cual se exploró el dominio y aplicación de la propuesta curricular en comprensión lectora en el aula, así como los niveles de dominio de lo que se debe enseñar en matemática, todo ello en una muestra representativa, a nivel nacional, de docentes del Primer Ciclo del Nivel Básico en escuelas públicas dominicanas (2,244 docentes (179 acompañantes de la práctica de aula y 2,065 maestros y maestras de 1º a 4º del Nivel Básico), se encontró:

  1. Sólo una maestra de zona rural presentó un desempeño alto de dominio (100%) alcanzado sólo por especialistas, 14.76% presentó un nivel medio de dominio en el enfoque constructivista y el 85.20% se ubicó en el nivel más bajo de dominio del enfoque.
  2. El rendimiento promedio de los docentes fue de 59.43, con una desviación estándar de 16.60. El mayor rendimiento se obtuvo en los temas de geometría con 65% y el menor en mediciones con 45%. El 63.3% de los docentes obtuvieron calificaciones por debajo de 65 puntos.

Es decir, en este estudio se puso de relieve que nuestros docentes no dominan lo que tienen que enseñar. Que la formación que recibieron en las universidades no les proporcionó o generó en ellos, los aprendizajes necesarios acerca de lo que tienen que enseñar.

La pregunta lógica sería: ¿de qué sirve incluso un libro de texto, si quien tiene que ser el gestor de los procesos de aprendizaje, no domina estos contenidos?

Esta evidencia plantea una cuestión fundamental en materia de política educativa: el mayor esfuerzo y la mayor concentración debe colocarse en la formación inicial y continua de los docentes, que tienen la responsabilidad de desarrollar todas las oportunidades necesarias para que nuestros niños, niñas y adolescentes aprendan.

Libros de textos, gestión pedagógica y formación de maestros son tres cuestiones que deben ser analizadas, comprendidas y abordadas de manera integral, pero a partir de un eje fundamental: docentes altamente capacitados y con las competencias necesarias para desempeñar dignamente su labor docente.

El tema de debate: maestros de calidad para una escuela de calidad.

Una ojeada a la realidad:

La declaración del Presidente de la República Dominicana, Lic. Danilo Medina Sánchez, de traer maestros de fuera (específicamente de España) que puedan contribuir con la mejora de la formación de los maestros dominicanos, o incluso, llenar plazas en las áreas de la lengua española, la matemática y las ciencias de la naturaleza, no es un tema nuevo, ya antes se planteó como alternativa importar maestros para a corto plazo afrontar el problema de la calidad de la enseñanza.

El Presidente de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) le salió al frente a estas declaraciones argumentando que República Dominicana tiene maestros suficientes y de calidad. Con honestidad, no esperaba una reacción diferente por parte del maestro Eduardo Hidalgo.

El Sistema Educativo Dominicano cuenta con aproximadamente 2.0 millones de estudiantes y unos 70 mil maestros, lo que nos da una relación de alrededor de 28 alumnos por maestros. Si las cosas las tomamos solo desde esta perspectiva, parecería que fuera cierto, tenemos maestros suficientes, en el supuesto de que 28 a 1 fuera una buena relación. Estos números no cambiarían mucho, a pesar de los alrededor de 20 mil estudiantes que cursan la carrera docente en las diferentes universidades del país, pues el crecimiento de la población sigue siendo una constante, además de que la cobertura se hace mayor en los diferentes niveles del sistema.

El tema, sin embargo, no es tan simple. Es un hecho real que los maestros formados en las áreas de las ciencias de la naturaleza y la matemática, no abundan. Es más, áreas específicas de biología, física y química, son un dolor de cabeza, cuando los directores de escuelas hacen la programación anual del Nivel Medio. No olvido varias situaciones en la que de manera personal he participado, y cuyo tema de debate es la programación de las asignaturas semestrales. Y es que no se puede presuponer necesariamente que el que es profesor de matemática puede enseñar física, o que el que es biólogo domina la química. Por lo demás, maestros formados en esta disciplina no abundan mucho, y lo que sí tenemos son pedagogos que “aprendieron” didáctica de las ciencias, pero no es lo mismo. No es solo enseñar matemática, física, química o biología, lo que se necesita, sino también personas que dominen la ciencia. En estos días salió la información en uno de los periódicos matutinos, que a los estudiantes dominicanos no les gustas las ciencias. Pienso que una de las limitaciones se debe a la enseñanza de las mismas, que no permite que el estudiante descubra su importancia. Por lo demás, el conocimiento científico en sentido general, se desarrolla hoy a velocidades antes no vistas, impresionantes, lo que hace que el tema deba ser tratado con cierto detenimiento. La enseñanza de las ciencias, en sentido general, es muy importante en la formación del pensamiento lógico y analítico de los estudiantes. No reduzcamos el tema a la cuestión política.

Es cierto que de pronto traer maestros de otros contextos puede generar situaciones “inesperadas”, incluso como la acabamos de comentar. Aunque el conocimiento científico es de carácter universal, no así, necesariamente, la relación que se establece entre maestros y alumnos, la cual es permeada por la cultura. Lo que no significa tampoco, que sea imposible que un maestro de otro contexto cultural o país, no pueda establecer una relación positiva en el proceso enseñanza – aprendizaje. Pienso que son muchas las experiencias al respecto.

Maestros de calidad es un tema importante, para mí, es el tema y el reto más importante que enfrenta la educación dominicana, y que a pesar de todas las acciones encaminadas desde principio de la década de los años 90 por el órgano rector del sistema, y por las Instituciones de Educación Superior incluso, todavía hoy en ese aspecto, tenemos grandes debilidades.

El mayor y mejor indicador de esta realidad tiene que ver con los bajos logros de aprendizaje de nuestros estudiantes en las evaluaciones nacionales e internacionales. Los estudios PERCE y SERCE (Primer y Segundo Estudio Regional Comparativo y Explicativo desarrollado por el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad Educativa – LLECE -, así como el Estudio de Educación Cívica y Ciudadana (ICCS), el estudio longitudinal del Consorcio de Evaluación e Investigación Educativa (CEIE) realizado por Albany University, Instituto Tecnológico de Santo Domingo y Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra; Pruebas Nacionales y otros estudios, lo han puesto de relieve. En el caso del SERCE y el del CEIE se nos ofrecen dos evidencias de estos bajos logros, que son como para “preocuparse sobremanera”. En el caso del primero, realizado en el 2006 y sus resultados conocidos en el 2008, pone de relieve el alto porcentaje de nuestros estudiantes que en el 3º del Nivel Básico no dominaron los temas más básicos y elementales de la prueba de matemática (más del 30%), engrosando un Nivel de Desempeño 0 no previsto originalmente en este estudio. En el caso del CEIE, estudio realizado entre el 2003-2007 (estudio longitudinal), al incluir en las pruebas que les fueron aplicadas a los mismos estudiantes durante esos cuatro años, según avanzaban de curso, aquellos temas que ya debían dominar en el 4º del Nivel Básico, todavía en 7º de ese mismo Nivel, los logros eran muy bajos, incluyendo los del sector público como del privado. Es decir, que los estudiantes avanzaban dentro del Nivel pero sin dominar gran parte de los temas previstos en comprensión lectora y matemática del cuarto grado.

 

Factores asociados:

Aunque por mucho tiempo se decía que las condiciones de pobrezas eran el factor privilegiado, cuando se trataba de explicar los logros de aprendizajes, asumiendo una especie de fatalismo socio-económico; hoy sin embargo, sin obviar la importancia que este factor tiene, se ha podido analizar y explicar la variabilidad de estos logros a pesar de estas condiciones sociales. De no ser así, sería imposible explicar entonces procesos educativos de alto nivel de eficacia en determinadas escuelas, a pesar de la situación de pobreza de su entorno y de los sujetos que acuden a ellas.

El SERCE puso de relieve el peso, que en la explicación de esos logros, tienen los factores personales y del contexto, así como aquellos que tienen que ver con la escuela (la gestión institucional), como lo que ocurre en el aula (gestión pedagógica). Si bien el mayor peso sigue estando en los factores del entorno, no hay dudas de que los procesos de gestión institucional y pedagógica, terminan haciendo la diferencia, es decir, que es una gran oportunidad que un niño (a) pobre estudie en una escuela ricamente gestionada, por el contrario, que un niño (a) pobre estudie en una escuela pobremente gestionada hace que la realidad de pobreza de estos estudiantes crezca no solo matemáticamente, sino geométricamente. Esto pone de relieve la importancia que tiene para la población pobre contar con escuelas donde sus hijos e hijas aprendan, desarrollando sus potencialidades.

Lógicamente hay que evitar caer en la ingenuidad de finalmente pretender justificar la realidad de pobreza y exclusión, ofreciendo entonces “escuelas de calidad”. Desde la perspectiva del Modelo de Gestión para la Calidad de los Centros Educativos, el derecho a una vida digna y justa, es una cuestión irrenunciable, al mismo tiempo que ofrecer una educación de calidad para los tantos niños, niñas y jóvenes adolescentes que acuden a la mayoría de nuestras escuelas.

 

Estudio del éxito y el fracaso escolar:

Recientemente, y en el marco de la Coordinadora Educativa y Cultural Centroamericana (CECC), se realizó un nuevo estudio (2011-2012) el cual se propuso encontrar explicaciones acerca del éxito o el fracaso escolar, desde la perspectiva de los procesos educativos. En centros educativos públicos del Nivel Básico, con más de 500 estudiantes en la zona urbana y más de 200 en la rural, con niveles desiguales de fracaso escolar, a partir de los indicadores de repitencia, sobre-edad y abandono, se estudiaron el grado de comprensión e integración al aula del enfoque curricular respecto a la enseñanza de la lectoescritura y el nivel de dominio de los contenidos de las matemáticas que los maestros enseñan. Participaron 2,244 docentes (179 acompañantes de la práctica de aula y 2,065 maestros y maestras) de 1º a 4º del Nivel Básico.

Los hallazgos de este estudio son relevantes a fin de plantear soluciones al problema de los bajos logros de nuestros estudiantes. En primer lugar, en el caso del grado de comprensión e integración del enfoque curricular en el proceso de enseñanza se pudo constatar que un porcentaje relativamente bajo (14.76% presenta un nivel medio de dominio del enfoque constructivista, mientras el 85.20% de la muestra se ubica en el nivel más bajo de dominio. Una sola maestra de zona rural presentó un dominio alto, alcanzado sólo por especialistas) de maestros han comprendido y ponen en práctica en el aula lo planteado por el currículo; en el caso de la matemática los hallazgos fueron que rendimiento promedio de los docentes en la prueba fue de 59.43 puntos, con una desviación estándar de 16.60. El tema en el cual los docentes obtuvieron el mayor puntaje fue geometría (65 puntos) y el menor en mediciones (45 puntos). Es bueno recordar que estas calificaciones incluso están por debajo del puntaje de corte, es decir, el puntaje criterio con lo que un o una estudiante del Nivel Básico aprueba la asignatura y el curso, es decir, 65 puntos.

No es posible poner el dedo solo sobre la llaga del docente, pues el mismo por razones sociales y económicas, ha tenido importantes obstáculos en su desarrollo profesional. En sentido general, viene de los sectores más pobres de la población, y por tanto, con deudas educativas acumuladas en su paso por la escuela misma. La universidad lo admitió, y en ella, a pesar de estos déficits completó sus estudios magisteriales. Desde hace un tiempo a esta parte, entró al sistema educativo mediante concurso, lo que entonces significó su incorporación a la escuela como docente, aún a pesar de las limitaciones anteriores. Todo ello es un círculo vicioso y pernicioso que no hace otra cosa que imposibilitar a la escuela dar un salto significativo para ofrecer una educación de calidad.

 

Reflexionemos entonces, para poder actuar mejor:

Decir que tenemos todos los maestros que necesitamos y que estos son de calidad, es algo que debe ser mejor ponderado y sustentado. Encontrar en la importación de maestros la solución o una alternativa posible de solución a la precariedad en que se desenvuelve la escuela pública dominicana, también debe ser analizado con cautela.

Lo primero que debemos reconocer, y con la actitud más humilde posible, es que a pesar de las reformas y la inversión realizada en educación en los últimos 20 años, el problema principal sigue estando pendiente: los aprendizajes de nuestros estudiantes son precarios.

No se trata de hacerse un haraquiri, aunque si tener muy claro, que por razones de ética y de derecho, nuestros niños, niñas y jóvenes adolescentes demandan y esperan que les ofrezcamos una educación de calidad, vale decir, una educación que les permita salir de su condición de pobreza por razones de su desarrollo personal.

En nuestro país, todos tenemos responsabilidades frente a este problema y nadie puede hacer mutis irresponsablemente. Ni el Estado Dominicano, ni sus gobiernos en los últimos 40 años, pero tampoco la sociedad en general han tenido la educación pública como una prioridad nacional. La escuela pública es pobre, no solo por la baja inversión que ha recibido, sino también por una gestión educativa ineficiente e ineficaz en todos los niveles y ámbitos. Y es más aún, por el desinterés y la baja valoración, que como sociedad, le damos a la educación. Invertimos personal y familiarmente posiblemente más dinero en telefonía que en formación personal. En algunas de nuestras instituciones de educación superior, los estudiantes con más bajas calificaciones promedios en el bachillerato, la mandaban a estudiar educación.

Las soluciones mágicas no existen, pero la falta de humildad y de reconocimiento que estamos muy mal, tampoco debe ser postura. La historia de la inversión en educación, no solo respecto al PIB y la baja inversión por alumno está ahí, como también que somos uno de los países, que en la región, tenemos el mayor nivel de ausentismo escolar por parte de los estudiantes y los maestros, así como de los menores cumplimiento con el horario y la jornada escolar, según puso de relieve el propio SERCE. Estos datos fueron ofrecidos por el propio alumno, el maestro y los directivos de los centros educativos.

Este conjunto de situaciones ha generado un círculo pernicioso en el ámbito educativo. No es posible seguir trillando el mismo camino ya antes recorrido. Quizás es que seguimos haciéndonos las mismas preguntas, bajo los mismos presupuestos, y por tanto, las respuestas siguen siendo las mismas. Es posible que tengamos que cambiar de perspectivas y hacernos las preguntas de otra manera. Ese es el valor que veo en tomar como referencia  las experiencias de otros países, que casi en los mismos 40 años que nosotros, han podido transformarse, transformando sus sistemas educativos. Es el caso de Singapur, Corea, Finlandia, Shanghai (Provincia de China), entre otros. No se trata de copiar soluciones, pero si aprender de ellos cómo enfrentaron y resolvieron, o están resolviendo esos mismos problemas.

Podríamos prescindir de muchas cosas en el sistema educativo, pero de docentes con calificaciones profesionales para el ejercicio de la enseñanza, resulta imposible. La irresponsabilidad con que hemos asumido históricamente la formación docente, no puede ni debe continuar. A quien se le puede ocurrir que en tres años es posible formar un maestro (a) de alto nivel profesional, mucho menos dos o tres días a la semana, y en el peor de los casos, los fines de semana. La mayor responsabilidad no es de las universidades, sino de un estado indolente que ha mirado hacia otro lado, sin dar muestra de pretender cambiar ese estado de cosas, o por lo menos, de prestarle toda la atención necesaria al tema de la formación docente. Este tema no es solo del Ministerio de Educación, ni del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología. Estos órganos, por sí solos, no pueden afrontar la complejidad del tema que nos ocupa, pues las soluciones reales en este tema, no son ni podrán ser graciosas, pues los intereses del mismo están por encima de las posibilidades de ambos órganos. Los intereses particulares no pueden estar por encima de los intereses nacionales. Por esta mala jerarquización de valores, es que nos encontramos en la situación que aquí se analiza.

El Ing. Ramón Flores decía hace pocos días, la escuela pública dominicana es para los pobres, pues ni los que tienen más o menos recursos financieros envían a sus hijos a ella, como tampoco los funcionarios, sindicalistas y muchos maestros, tampoco lo hacen. Por tanto, a nadie hasta ahora le ha importado la escuela pública, pues a ella sólo acuden los más pobres, que no tienen otra alternativa. Quizás resulte incómoda la reflexión del Ing. Flores, pero que esta sea una realidad palpable, es difícil negar.

Aboquémonos pues, en una actitud más humilde a reconocer que no estamos bien, y que todos tenemos una cuota de responsabilidad en ello. Que es necesario dejar de lado los intereses personales y/o corporativos. Que la solución no es mágica, ni a corto plazo, pero tampoco se puede argüir que solo aumentando el salario de los docentes  -cuestión esta que es indiscutible por razones de dignidad, decoro y valoración social de la función docente-  resolverá este tema, y muchos menos debemos seguir esperando que el maná nos llegue del cielo. Tendrán que buscarse soluciones a corto, mediano y largo plazo.

Ante la necesidad urgente de docentes de mayor calidad:

  1. Es posible que la colaboración de países interesados pueda suplir algunas de nuestras carencias (esta es una cuestión de corto y mediano plazo).
  2. Es necesario restructurar todo lo relativo a las estrategias de formación docente, empezando con el Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña y la propia Universidad Autónoma de Santo Domingo. Por supuesto toda institución que se interese en la formación docente deberá cumplir con los criterios que se establezcan. En este marco sugiero que la acreditación de la formación docente, empiece por el de las instituciones de formación.
  3. Crear un sistema continuo de evaluación del desempeño para la mejora de la gestión es una necesidad urgente, pero no debe estar vinculada a aplicación de incentivo salarial, pues termina siendo una negociación de partes. Este sistema debe ofrecer retroalimentación continua sobre la gestión docente y vincularse con las estrategias de formación permanente.
  4. La dignidad magisterial, además de mejorar el salario del maestro de hoy, es también un incentivo para aquellos que se interesen en la carrera docente en el futuro próximo. Si se quieren maestros de calidad, deben posibilitarse condiciones de vida digna y honorable que cambie radicalmente la imagen del o la docente dominicana.

El tema de la educación dominicana debe estar en la agenda permanente del estado dominicano, de su comisión de desarrollo, del Senado y de la Cámara de Diputados, en fin, de la sociedad toda. Para alcanzar las metas propuestas en la Estrategia Nacional de Desarrollo se requieren ciudadanos y ciudadanas con mayores niveles de desarrollo y conciencia social. En el recién pasado III Congreso Internacional IDEICE 2012 terminábamos nuestras Palabras de Clausura señalando: necesitamos un nuevo maestro para una nueva escuela, y esta es una responsabilidad no sólo del MINERD sino de toda la sociedad y el estado, e incluso, del propio maestro.

La imagen del “pobre” maestro debe ser transformada radicalmente por la imagen del profesional de la enseñanza, con altas competencias sociales y personales, para realizar con efectividad y eficiencia las funciones que toda la sociedad deposita en ellas y en ellos.

La formación docente y algunos retos que debemos afrontar.

No cabe la menor duda que si queremos una educación calidad, es imprescindible contar con docentes de calidad. Dicho de otra manera, si queremos que nuestros estudiantes alcancen altos niveles de logros, en cualquiera de las áreas en que se organiza su formación, se requiere de docentes que tengan un dominio por encima de las expectativas que se tengan respecto a los estudiantes.

Para alcanzar tal aspiración se requieren de un conjunto de acciones, que el sistema educativo debe encarar de manera decisiva:

  1. Certificar las instituciones y/o programas que forman a los docentes. No será posible contar con docentes de calidad si quienes tienen la responsabilidad de formarlos carecen de las competencias indispensables. Ese tema no debe negociarse. Es una cuestión estratégica de alta relevancia.
  2. Contar con una política de formación docente actualizada, clara y precisa en sus propósitos. Con una estructura y organización curricular centrada en los procesos de cambio cultural, pues son necesarios docentes con una nueva visión y práctica educativa centrada en el desarrollo integral y pleno de los estudiantes, en cada etapa de su desarrollo formativo, desde los primeros años de la infancia, hasta la formación básica y media. No es solo un plan de estudio, además de éste es necesario definir los parámetros para su acompañamiento y formación continua. No se puede continuar la práctica de formar maestros en tres años, de dos a tres días a la semana, o de fin de semana. Esta práctica pone de relieve la incomprension que se tiene del tema docente.
  3. Realizar un trabajo intenso de acompañamiento y formación continua del personal docente en ejercicio, implementando, al mismo tiempo, estrategias novedosas de formación en la acción.
  4. Elevar la imagen social y pública del docente, de tal manera que su carrera profesional se constituya en una verdadera opción de trabajo y desarrollo personal. Los niveles de salarios deben corresponderse con estos niveles de desarrollo, de tal manera, que aquel docente que alcance altos niveles de desarrollo profesional, reciba ingresos superiores en una escala salarial preestablecida. Quien se dedique a la docencia y la formación debe tener y vivir una vida digna, con los recursos materiales necesarios que la hagan posible. Seguir regateando este tema, no es más  que la reproducción de una concepción empobrecida de la educación y de quienes tienen la misión de hacerla posible.
  5. La profesión docente no puede seguir presa de la cultura y práctica politiquera. El docente debe ser un profesional al que se le respete y el mismo respete su profesión. Debe reconocer el sagrado deber que contrae al asumir como forma de vida, la de profesional de la educación. Tiene que alcanzar los niveles de conciencia necesarios que les permita cobrar independencia de las tendencias y maniobras de quienes solo viven de sus precarias condiciones de vida. Pero este nuevo estatus social debe ser un logro auto-alcanzado, no se otorga por decreto ni resolución. Debe ser la consecuencia de una manera nueva de pensarse y autodirigirse. Soy de los que piensan que sus propias limitaciones materiales, no solo son una reproducción de la inequidad y exclusión social, sino también la justificación de liderazgos cuestionables.
  6. La escuela, como el espacio en que se concretiza la labor docente, debe ser rescatada de prácticas sociales que atentan con su propia naturaleza. La dignificación de sus espacios debe ser un hecho real. Deben ser diseñadas y construidas para lo que son, espacios para la formación y desarrollo integral de los niños, niñas y jóvenes. Edificios austeros, pero hermosos y funcionales. Eso supone aulas con las características necesarias para la actividad que en ellas se desarrolla; con recursos necesarios para las prácticas de cualquier índole que solifique la formación cognitiva y artística; espacios de recreo y prácticas deportivas que incluyan el desarrollo corporal y kinestésico pleno; espacios para las reuniones y otras actividades docentes. También para las otras actividades docentes y administrativas. 
  7. Deben desarrollarse procesos de evaluación y autoregulación docente, que permitan a todo el personal de la escuela un desarrollo profesional de alto nivel. Para ello los procesos sistemáticos de evaluación, autoevaluación y retroalimentación para la mejora son importantes. Este proceso de mejora debe ser el eje transversal de la carrera docente.
  8. Los docentes del nivel inicial y el primer ciclo de básica deben ser personas con altos niveles de competencias cognitivas y motivacionales.  Con una sólida formación integral, estudiosos de los procesos de desarrollo y aprendizaje de los estudiantes. Flexibles pero con una visión clara de lo que los estudiantes requieren en cada momento de su proceso de formación.

Algunos argmentarán que se trata de cuestiones de largo o muy largo plazo. Todo en educación toma su tiempo. Si con esta visión y compromiso hubiésemos desarrollado el Plan Decenal de Educación 1992-2002, la situación de la educación hoy fuera otra. La sociedad dominicana debe estar más involucrada en todo estos procesos. No puede seguir tolerando que quienes tienen la responsabilidad de formar a las nuevas generaciones sean personas con las limitaciones cognitivas, actitudinales y comportamentales, viviendo en condiciones de pobreza y con grandes limitaciones para su propio desarrollo profesional.